CURSO DE CALIDAD DE AGUAS SUBTERRÁNEAS Y SU PROTECCIÓN
Red de vulnerabilidad de acuíferos (CYTED) - Universidad Mayor de San Andrés
(La Paz, (Bolivia), CYTED, 21 al 24 de julio del 2003)
PERCEPCIÓN
PÚBLICA DE LA CONSERVACIÓN DEL AGUA
(APUNTES
CURSO)
Por: | Pilar Cisneros Brito |
Universidad
Complutense de Madrid, España.
La idea de conservación del agua no ha estado ni está generalizada, probablemente porque le ha precedido la conciencia de escasez. Sólo cuando se ha revelado más problemática la contaminación del agua que su distribución, se ha podido pasar a tomar conciencia de la incidencia que tienen los usos humanos en su escasez.
Hoy la conservación del agua no alude sólo a su importancia sino a todo un protocolo de actuaciones que inciden en último término en el agua, aunque en un primer momento parezcan ajenas a ella. Este protocolo se puede resumir en la siguiente máxima: cualquier actividad humana que use el agua, -o en el que se encuentre ésta implicada- si no controla las consecuencias que este uso causa al entorno natural es una práctica que atenta contra su conservación.
Podemos decir que existe una opinión pública acerca de "el agua" si aceptamos por tal los resultados de las encuestas, o las opiniones que al respecto vierten los medios de comunicación de masas, en tanto en cuanto éstos suelen, por su difusión, hacerse portavoces del sentir o pensar de la mayoría. Pero sabemos que siendo el agua un elemento estratégico, por ser indispensable para la vida, es también un elemento de conflicto. Por tanto, esta nueva propuesta internacional encaminada a la conservación del agua, no va a caer en el vacío. La idea de conservar el agua tendrá tantas lecturas como ideas previas se tengan sobre el agua. ¿Es esto un universo de interpretaciones inclasificable? En absoluto, sólo es una constatación de la diversidad de los individuos, y la necesidad de contar con las creencias y valores que pueden ayudar, o por el contrario, pueden interferir la labor divulgadora de las medidas conservacionistas.
El primer obstáculo en la creación de una opinión favorable a la conservación del agua, es el peligro de denunciar prácticas inadecuadas o situaciones de agravios históricos, que cuestionan las creencias profundas de los individuos o aquello que consideran sus legítimos intereses. No sólo podemos ofender con nuestros planteamientos y, por tanto, ser rechazados de plano, sino que podemos estar alertando para la mejor defensa de conductas inadecuadas. Cuando lo que se pretende es un cambio del mundo cognitivo, nos enfrentamos a factores subjetivos y emotivos de los individuo que están estrechamente relacionados con otros objetivos y experimentales. Ambos coexisten en la mente de cada uno de nosotros más o menos estructurados, lo que les confiere una gran persistencia.
1.- CONDICIONES DE UNA OPINIÓN FAVORABLE A LA CONSERVACIÓN DEL AGUA
a) Históricos
b) Expectativas de futuro
c) Falta de implicación
d) Pensamiento antisistemaLa explotación agraria en muchas zonas de la tierra ha estado marcada por la historia de las desigualdades sociales. Quiere decirse que los grupos dominantes ostentaban el derecho sobre la tierra, cuando la mayor fuente de enriquecimiento era la explotación agraria, y este iba aparejado al derecho sobre el agua.
La desvinculación del agua se efectúa cuando ésta se muestra capaz de generar riqueza en la industria, en la minería y en las ciudades. Previamente se tuvieron que dar unos logros tecnológicos y un mercado ávido por su consumo.
En la actualidad, en poco se diferencia la expropiación del uso del agua que se está llevando a cabo en zonas de África y la India -bajo el pretexto de su desarrollo y las transformaciones agrarias- de aquellas que a lo largo del XIX se dieron en ciertas zonas de España bajo el pretexto de la revolución burguesa.
Los ejemplos históricos nos muestra que toda élite se asegura la disponibilidad de un recurso estratégico como es el agua, aunque ésta no tiene porque implicar siempre privatización. En el XIX era la naciente burguesía agraria la que necesitaba, en aras de la libertad de comercio, incorporarse al control del recurso que tradicionalmente estaba en manos de la nobleza. La nueva clase adquirirá el agua comunal y realenga. La nobleza podía disponer de agua sin necesidad de la fórmula de propiedad privada burguesa, como hoy puede hacerlo un organismo gubernamental. En la actualidad las obras hidráulicas para favorecer a una gran ciudad o a las plantaciones con cultivos para la exportación, pueden realizarse perjudicando cualquier otro legítimo interés, en aras del desarrollo de todo un país.
Hay países que como España arrastran una larga historia del agua y sus conflictos, de tal forma que estos han provocado emigraciones, rivalidades entre regiones y pueblos y hasta cambios de gobierno. En la actualidad uno de los conflictos más graves es el que plantea la Comunidad Autónoma de Aragón al negarse a un Plan Hidrológico que contempla el trasvase de agua desde el río Ebro (que atraviesa la región) hacia otras Comunidades. Entre los varios argumentos de su negativa está una "deuda histórica", las obras hidráulicas incumplidas para Aragón que han impedido su desarrollo y provocando la emigración de sus pobladores.
Independientemente de los derechos y abusos en los que se han desenvuelto estos conflictos, la población sí tiene unas ideas o imágenes al respecto, construidas desde la colectividad. Independientemente de la veracidad de las partes, los implicados transmiten la construcción mental que justifica su triunfo en el conflicto. Por el contrario, otro "imaginario colectivo" se encarga de recordar la ofensa y mantener la memoria de la deuda no satisfecha de los perdedores.
Es bastante fácil ante los logros tecnológicos, generar falsas expectativas de futuro. Los milagros de la ciencia rápidamente tendemos a confundirlos con logros. La propia divulgación científica nos hace albergar esperanzas en el poder ilimitado del hombre y tendemos a minimizar el coste de estos mismos logros. Antes pensamos en la aplicación inmediata de tal o cual nueva solución científica que en sus efectos secundarios.
Muchas poblaciones viven en zonas con distintos riesgos para la vida, sísmico (Japón), de inundación (Holanda) o de otras amenazas de la naturaleza. Esto no parece inquietar a nadie, y de momento, la prosperidad económica y toda suerte de ingenios civilizatorios les permiten superar los límites que antaño tenían sus antepasados. No nos puede extrañar, por tanto, que ante obras como la presa de Aswan en Egipto o la que se está construyendo en el río Amarillo en China, nos parezca que cualquier obra es factible si hay presupuesto y voluntad política.
Las infraestructuras hidráulicas son generadoras de expectativas económicas, independientemente de lo que se pretenda hacer con el agua disponible. Nuevos grupos sociales o grupos de interés verán crecer sus posibilidades ante estas obras. Ya no son sólo aquellos que se beneficiarán del uso del agua, sino distintos sectores económicos se ven dinamizados por las obras, y a más grandes, mejor. El "cuento de la lechera" consigue rápidas adhesiones, cuerpo de ingenieros, los del cemento, los propietarios de las tierras que no se cotizaban y ahora se tendrán que indemnizar, los de las tierras que no disponían de agua y ahora las ven revalorizarse... Los pueblos de las zonas beneficiadas, piensan en las cosas que pueden hacer como: aumentar los servicios, recalificar suelo, aumentar población (y, por tanto, los contribuyentes).
Todas estas expectativas, contribuyen a crear una gran burbuja de ilusiones que difícilmente pueden contrariarse una vez desencadenada esta nueva fiebre del oro-agua. Reflexiones como: "esto va ha ser pan para hoy y hambre para mañana", o "esto es un atentado contra la naturaleza", "va usted a dejar seco un río, quedan totalmente desacreditadas, pasando a ser contestadas y ridiculizadas. Los que se oponen a las obras son agoreros en el mejor de los casos, la más de las veces serán tildados de antiprogresistas y a los que se quejan, porque se les quita el agua, se les acusa de egoístas. Los proyectos de ingeniería son generalmente mejor acogidos, porque lo hacen todo posible, mientras que las propuestas de los ecologistas nos recuerdan lo que no debemos hacer.
Las expectativas humanas rara vez se proyectan a más de dos generaciones, es decir, el bienestar que pueda darme yo y que repercuta en mis hijos. Muchos de nosotros no podríamos decir el nombre y los dos apellidos de nuestros abuelos. Los adultos apenas se responsabilizan de los padres y los hijos menores, y esto sólo durante una etapa de la vida. Uno de los obstáculos para inculcar un cambio de mentalidad es el corto espacio de tiempo en que transcurre la vida humana y la imposibilidad de constatar las consecuencias ambientales de muchos de sus actos. Lo que convierte a las razones conservacionistas en puras hipótesis de expertos. Para los profanos casi es cuestión de fe. Psicológicamente son mucho más atractivos todos los argumentos que nos hagan soñar con una realidad más confortable, estamos más dispuestos a oír lo que queremos oír.
Es difícil comprender los problemas que no hemos vivido. Por tanto, el aumento de la población que vive alejada de los fenómenos de la naturaleza, les convierte en un ejercito de reserva para la manipulación de la opinión acerca del medio ambiente y sus problemas.
Es verdad, por otro lado que, en España, la población de las ciudades y con estudios superiores, se ha mostrado más concienciada en los temas medioambientales y más activista. Sobre todo con respecto a la contaminación del agua y el aire. Pero también es verdad que todos los trabajos que aportan datos sociodemográficos sitúan esta mayor conciencia ambiental entre los jóvenes y mujeres, sectores de la población que, por distintas razones, no están implicados en el estilo de desarrollo dominante.
"Las personas que expresan una mayor sensibilidad ambiental y mayor disposición a la acción son personas jóvenes-adultos, de sexo preferentemente femenino, ideología de centro izquierda o izquierda, con estudios superiores o medios y residentes en medianas o pequeñas ciudades"
Su grado de participación en el mundo laboral es menor y su participación directa en la toma de decisiones aún es menor. De lo que sí pueden participar los grupos más concienciados es de aquellas conductas publicitadas por los órganos gubernamentales, como es la separación de basuras y el ahorro doméstico de agua. Con respecto a esta última, pese a la importancia de concienciar en del valor del ahorro agua, es preciso conocer que el gasto principal, el 80%, es utilizada en la agricultura.
Cuando la mayoría de la población vive en la ciudad escapa a su control individual las medidas que más pueden incidir en el ahorro y calidad del agua, por ejemplo, perdidas de las conducciones y depuración de las aguas residuales. Donde más inefectiva se muestra la relación entre toma de conciencia y realidad del agua, es en el gasto y contaminación que produce el consumo de muchos productos (como el papel). Si no se divulga el proceso de fabricación, no se sabe cual es nuestra contribución al comprarlos. Y aún sabiéndolo, si no hay productos alternativos para cubrir esa necesidad, estamos en las mismas. El grueso de la población vive en contradicción con su estilo de vida.
Con respecto a las medidas conservacionistas, se suele pensar que el entorno urbano está ya deteriorado y además no es natural, por tanto, en donde hay que intervenir es "extramuros", donde aun queda algo de naturaleza. Esta visión está tan extendida que la podemos encontrar ampliamente divulgada en libros de texto y mapas geográficos cuyas ilustraciones representan el ciclo del agua, y en donde no se ve una casa, o actividad humana alguna. Solemos pensar en el agua como aquella cañería que viene del río a casa.
La desvinculación de los procesos naturales nos genera esta desinformación y la falta de implicación. La reciente catástrofe del hundimiento del petrolero Prestige, en aguas gallegas, evidenció esta mentalidad. La autoridad tranquilizaba a la opinión pública diciendo que el barco había caído a tres mil metros de profundidad, eso estaba muy hondo. Los marinos de la costa pensaban que todo lo que se tire al mar por aquellas aguas termina en la costa. Resulto que no estaba suficientemente hondo para congelarse, como decía los mensajes de la oficialidad y todo el fuel que salió a la superficie llegó a la costa, como decían los marinos.
El pensamiento antisistema hace tabla rasa de toda la civilización y entona el "mea culpa". Suele difundirse entre la población joven y reivindicativa. Sustituye a los movimientos de protesta de otro tiempo. Identifican los problemas sociales con los ambientales. Y sus advertencias suenan como amenazas al modelo de desarrollo convencional. Apoyados en predicciones científicas hacen de éstas un arma arrojadiza, para los gobiernos fundamentalmente. Los que comulgan con esta actitud suelen participar en movilizaciones de protesta y desearían una toma de control desde los implicados, que entiende son los excluidos del sistema. Unas veces sacerdotes otras veces soldados de la nueva religión ecologista, lejos de conseguir una conversión obtienen espectáculo.
El problema que conlleva esta actitud es que provoca, en la mayoría de los casos, el antagonismo de aquellos a los que se quiere hacer cambiar. La mayoría de las veces, legisladores, personal de la administración del Estado. Suelen hacer más énfasis en los Estados y sus gobernantes que en la sociedad civil. Bien es verdad que en los países más avanzados se cuenta con una legislación medioambiental también más restrictiva, pero conseguir los cambios en la conciencia de los individuos sería mucho más efectivo, incluso para los gobiernos que los representan. De hecho los movimientos medioambientales en Europa rápidamente pasaron a ser partidos políticos.
Este pensamiento encuentra aliados en las poblaciones que sufren el abuso de la toma de decisiones centralistas. Aquellas que se toman arbitrariamente en detrimento de comunidades con formas de vida de subsistencia o con comercio a pequeña escala. El ninguneo que hace un burócrata de aquella población que va a ser perjudicada por una política hidráulica, puede ser la causa que haga suya y abandere un pensamiento antisistema.
Pero no toda comunidad deprimida económicamente tiene un problema socioecológico. Por ejemplo, las zonas que albergan la posibilidad de una mejora en las vidas de sus pobladores, no verían con buenos ojos las medidas restrictivas que exige la conservación del agua. Por esto, el pensamiento antisistema suele hacer una utilización de lo ecológico y acaba apoyando más las reivindicaciones. Prefiere dejan en evidencia los desaciertos del sistema que conseguir un cambio de mentalidad.
2.- EL DEBATE PÚBLICO DEL MENSAJE CONSERVACIONISTA DEL AGUA
En el ámbito internacional el debate del agua está marcado por los acuerdos que, en Naciones Unidas y en distintos foros, demandan un cambio de conducta. No obstante, superada la idea de que una protección del medio ambiente es equivalente a limitación del desarrollo, hoy se hacen eco de la necesidad de buenas prácticas ambientales también los gobiernos y sectores punteros de la economía. Se ha incorporado "lo verde", aunque sea de modo más teórico que práctico, como garantía de calidad en los productos. La nueva formulación de "desarrollo sostenible" ha hecho factible la esperanza del cambio desde el sistema.
La autolimitación o transformación de procesos productivos, la reorganización de formas productivas insostenibles, presupone más unas actuaciones desde la alta tecnología y desde la toma de decisiones de los expertos, que desde la participación de la base. Esto distancia el debate de los conflictos tradicionales locales, pero no transforma la percepción mayoritaria que seguirá manteniendo imágenes parciales, fruto de sus propias vivencias. Los conflictos locales, por tanto, pasarán a la opinión pública marcados por el signo de lo minoritario o de lo que está extramuros del sistema económico, si no se asocia a lo arcaico o formas de vida a extinguir.
El debate público del agua siempre evidencia formas de vida contrapuestas y los prejuicios que la sociedad ha creado. Por esto, es siempre una imagen prototípica. Por ejemplo, es difícil hacer comprender a quien ha vivido una existencia rural llena de penurias e incomodidades y que ahora esta en la ciudad, trabaja en los servicios, tiene ducha en casa, televisión, coche y vacaciones, que la forma de vida campesina es una forma de vida a conservar, porque es ambientalmente aconsejable. La imagen que tendrá esa persona no será ni mucho menos la misma del cooperante, que ayuda para que las poblaciones se mantengan en el territorio. Y es que antes de que se generalizara la valoración ambiental como signo de progreso, existía el valor del progreso asociado a la mejora de las formas de vida, y esta mejora se ha realizado históricamente a costa de la naturaleza.
Los conflictos por la posesión del agua tienen un factor común en el mundo, se vive como realidad local aunque las soluciones provienen de la toma de decisiones en ámbitos regionales, nacionales o internacionales. La propia tecnología que puede mejorar la demanda local procede de entidades del ámbito global. El agua hay quien la asimila a un mineral, pero a diferencia de cualquier otro, ya tenía dueño antes de que la demandarán otros sectores como la industria y los servicios. La propiedad del agua o el derecho a su consumo la hace permanecer en una posición irregular con respecto a los criterios mercantilistas vigentes. El agua no se puede ajustar completamente a las formulas liberalizadoras del mercado y esperar que este ejerza la función conciliadora entre los intereses de los distintos usuarios. Y esto se debe a la propia particular naturaleza del agua, es decir, el agua es transversal a todas las actividades humanas y de todos los seres vivos. De tal manera que su apropiación absoluta, no sólo no es viable por su carácter ético o de justicia social (quitarle el agua a otras personas), sino que desde una concepción de sostenibilidad de la vida y mantenimiento del medio natural, es incompatible.
Los nuevos planteamientos de conservación del agua nos devuelven a viejos conflictos que creíamos superados en regiones del mundo con una fuerte urbanización de la población. Nos descubre un nuevo demandante de agua que no es humano, la naturaleza. Está se rige por otras normas que no son nuestras leyes ni nuestros agravios comparativos entre pueblos o regiones. El agua es ahora también para otros seres vivos y necesita para su misión creadora correr por los ríos y aportar vida al mar.
3.- DIFERENTES PERSPECTIVAS FRENTE A LA VIDA Y SU CONSERVACIÓN
La tan denostada depredación de la especie humana, no siempre es entendida como tal, no al menos por aquellos que con métodos tradicionales le arrancan a la tierra apenas el alimento del sustento diario. Y en cambio, ellos también están sujetos a cuestionamiento. La naturaleza, el hombre siempre la ha llevado consigo, es la naturaleza domesticada, las semillas que cultiva y come, el ganado que cuida y del que se alimenta. Hoy es un argumento aceptado por todos, que la industrialización del campo ha infundido tal aceleración a los procesos que hace imposible la recuperación de los sistemas naturales. Estas formas de explotación hacen de las zonas así tratadas, tierra quemada. Los procesos de máxima optimización, a costa de lo que sea, hace inutilizable para mañana lo que era productivo ayer.
Pero tanto el uso tradicional como el abuso de las nuevas formas, tienen en común un concepto de naturaleza domesticada que es la naturaleza que valora el hombre. Restablecer el lobo en los montes españoles, donde hasta hace cincuenta años era habitual verlo, es hoy un problema serio para los pocos habitantes de estos lugares. Los éxitos de campesinos o de industriales del campo se deben, para ambos, a una tecnología. Por lo tanto, no es de extrañar que las medidas proteccionistas sean vistas también por los agricultores tradicionales como una amenaza a su forma de vida.
El grado de implicación personal en los problemas distorsiona nuestra visión de los mismos. Es más fácil estar de acuerdo con todas aquellas medidas que no nos implican directamente, que no atañen a nuestros intereses próximos o que se formulan de manera indiferenciada y genérica. Por ejemplo, nos adherimos rápidamente a la consigna "no hay que cortar los árboles del Amazonía", o no "hay que matar más ballenas" pero es más difícil que aceptemos que no podemos construir en esa parcela rural de nuestra propiedad o que no puedo cortar los árboles de mi finca.
Hoy no podemos contraponer vida rural a vida urbana, ambas están afectadas por formas tecnológicas y criterios productivos desarrollistas. Al tiempo, la conciencia ecológica también ha calado en la mentalidad de las gentes, interiorizándose según circunstancias personales y vivenciales. Todos vivimos la contradicción que supone querer los logros de la ciencia que facilitan la vida humana y la prolongan, y rechazar los efectos indeseados de un orden que no puede autocontrolarse. De alguna forma todos nos hemos convertido en cómplices del descontrol y víctimas del mismo.
En nuestro imaginario colectivo, no obstante, pervive la idea de cultura urbana y rural contrapuestas, y su diferencia se suele atribuir a las formas de explotación de los recursos. Esto hoy es difícil de encontrar en estado puro, como ya dije, todos estamos implicados en mayor o menor medida en una crítica del sistema, y todos participamos de la destrucción del entorno.
4.- VISIÓN DE LOS REPRESENTANTES GUBERNAMENTALES
Después de más de treinta años de divulgación ambiental en distintos foros internacionales, después de grandes catástrofes (Chernobyl, Prestige, etc) y de la ratificación de la mayoría de las naciones de los acuerdos para poner remedio a esta deriva imparable del modelo de desarrollo preponderante, nos encontramos ya no sólo con una declaración de intenciones por parte de los Estados sino también con una creciente legislación al respecto. No obstante, se siguen denunciando iniciativas contrarias patrocinadas por esos mismos Estados. Esto sólo prueba que en el lenguaje internacional se ha creado una nomenclatura difícil de contrariar en el plano teórico. Diríamos que hoy existe un lenguaje ambientalmente correcto. Pero los continuos desmanes como ha sido la propuesta del gobierno español, de efectuar un trasvase del río Ebro a la cuenca del Mediterráneo, muestran una realidad de doble moral.
La doble moral es posible, por las coincidencias en la perspectivas de base en las poblaciones. Es decir, la población tiene una idea preconcebida de lo que es la conservación del medio o del agua. En amplios sectores esta conservación es un límite al desarrollo de las zonas más deprimidas, justo de aquellas que por ser menos rentables con tecnologías arcaicas no se habían deteriorado, mantenían su patrimonio natural más intacto, pero que ahora con otras formas de vida y otros medios (tiempo de ocio y facilidad de las comunicaciones) las hace rentables para una nueva industria como el turismo. Las poblaciones no se enfrentan por la conservación del agua, se enfrentan por su disponibilidad sin limitaciones. Por esto es que en las poblaciones locales también se da una doble lectura de las medidas conservacionistas.
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