Por efecto de la radiación solar el agua se evapora desde las masas de agua; océanos, mares, ríos y lagos (evaporación), así como desde el suelo y la vegetación (evapotranspiración) y alcanza la atmósfera. El vapor atmosférico que se forma durante este proceso precisa núcleos de condensación para condensarse que pueden ser naturales (polvo terrestre, cristales de sal, partículas volcánicas) o artificiales (partículas y aerosoles contaminantes). El agua cae de nuevo en forma de precipitación (lluvia, nieve), pero no toda la precipitación alcanza la superficie, ya que parte vuelve a evaporarse en su caída y parte es retenida por la vegetación, los edificios...etc.
Del agua que alcanza la superficie del terreno, una parte queda retenida en charcas o surcos (almacenamiento superficial), que en su mayoría vuelve pronto a la atmósfera en vapor. Otra parte circula por la superficie y se concentra en pequeños regatos que luego se reúnen en arroyos y más tarde en ríos (escorrentía superficial). Este agua irá a parar a lagos o al mar de donde será evaporada o se infiltrará en el terreno. Otra parte de la precipitación penetra bajo la superficie del
terreno (infiltración) a través de los poros y fisuras del
suelo, alcanzando en algunas ocasiones la zona saturada o de aguas subterráneas
y en otras permaneciendo en la zona no saturada o de humedad del suelo.
En caso de permanecer en la zona no saturada, es absorbida por las raíces
de las plantas y acaba volviendo a la atmósfera por evapotranspiración.
El agua subterránea puede también evapotranspirarse en caso
de encontrarse muy próxima a la superficie del suelo, en caso contrario
puede pasar a engrosar el caudal de los ríos alimentando directamente
al cauce o mediante manatiales. La mayor parte de las aguas de escorrentía
y subterráneas, excepto en cuencas endorreicas o interiores de
las zonas áridas, terminan en el mar donde vuelve a evaporarse
el agua renaciendo el ciclo. |