Deposición ácida

En un principio, el azufre se encuentra en estado elemental fijado en los combustibles fósiles y el nitrógeno, de forma elemental, se encuentra en el aire y también en los combustibles. Durante los procesos de combustión se libera el azufre contenido en los combustibles fósiles y se oxida el nitrógeno resultado de la combustión a alta temperatura en presencia de aire, formándose dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno. Los óxidos de azufre y de nitrógeno sufren una serie de fenómenos, así pueden ser transportados a gran distancia según el régimen de vientos, reaccionar químicamente y retornar a la superficie de la tierra por deposición. Esta deposición puede ser seca cuando los óxidos se encuentran en forma gaseosa o de aerosoles, típica en zonas próximas al foco emisor, o bien húmeda (lluvia ácida) cuando los óxidos sufren un proceso de oxidación que da lugar a la formación de ácido sulfúrico y ácido nítrico que se disuelven en las gotas de agua de las nubes retornando al suelo en forma de precipitación.

Las industrias que generan los contaminantes atmosféricos suelen disponer de altas chimeneas, para evitar que las partículas en suspensión se depongan en las inmediaciones de las propias instalaciones. A su vez, los humos son inyectados en la alta atmósfera, permitiendo ser arrastrados a cientos de kilómetros de su punto de origen por las corrientes de convección, y una vez las partículas contaminantes han reaccionado con el vapor de agua, depositarse en el suelo en forma de lluvia ácida.
Central térmica de La Robla (León)

Cuando la lluvia ácida se precipita a tierra es transportada hacia los lagos por las aguas superficiales, acidificando los suelos y fijando elementos como el calcio y magnesio, que los vegetales necesitan para su desarrollo.

Muchas plantas y peces han desaparecido por efecto de la acidez a la que se ha sometido el entorno en que vivían, los cuales se encontraban adaptados a ciertos límites que se vieron superados. En el norte de Europa, por ejemplo, la lluvia ácida ha dañado extensas áreas de bosques y cosechas y diezmado la vida de los lagos de agua dulce.

Además de a los seres vivos, la lluvia ácida afecta también a las construcciones y materiales. Es común observar monumentos, edificios o construcciones de piedra, alterados por los ácidos que contienen estos contaminantes, los cuales reaccionan con sus componentes graníticos o calcáreos, demoliéndolos o debilitándolos, convirtiendo este fenómeno en una verdadera amenaza para las edificaciones.