Oh, melancolía, novia silenciosa,
íntima pareja del ayer. Oh, melancolía, amante dichosa, siempre
me arrebata tu placer. Oh, melancolía, señora del tiempo, beso que
retorna con el mar. Oh, melancolía, rosa del aliento, dime quien me
puede amar... (i)
Los versos del poeta se balancean sobre la melodía dulce y
triste...
Desde hace mucho la
melancolía está asociada a sentimientos tristes, al atardecer, a lo que
recordamos con algo de dolor. Desde el romanticismo hasta aquí, la
melancolía es la emoción de los poetas, los escritores elegíacos, los
artistas introspectivos, los pensadores solitarios. Los colores de la
melancolía son los grises y los tonos fríos, las sombras y las penumbras.
También para el poeta cubano la melancolía es la amante que vuelve
siempre, silenciosa, fría y ligada al ayer. Pero... ¿es sólo eso la
melancolía?
El poeta latino
Virgilio se refería en sus poemas a la Arcadia, un paraíso ideal, hogar
del hombre primitivo, en donde su melancolía está asociada a la tarde, el
momento del día en el que el sufrimiento humano y la perfección del
ambiente parecieran ponerse de acuerdo sin contradecirse. Esa Arcadia de
Virgilio, lejana en el espacio y en el tiempo, resurge en el Renacimiento
transformada en un paraíso que se ha perdido para siempre, y ese recuerdo
de un lugar idílico perdido genera tristeza y melancolía. Cuando en el
siglo XVII el pintor Nicolás Poussin retome el tema de la Arcadia en sus
obras (en sus dos versiones de Los pastores de la Arcadia), la triste
melancolía virgiliana se habrá transformado poco a poco en una idea: la
idea de la muerte que convoca a meditar (ii) . Pero mientras Poussin
transformaba a la melancolía en una idea, ¿qué derrotero había llevado
hasta la otra Melancolía, la que hizo tan famoso a Alberto Durero?
El
artista alemán que llevó el Renacimiento al norte de Europa, realizó una
versión inigualable del mismo tema. A ella está dedicado un profundo y muy
bello estudio de la obra que realizó el teórico alemán Erwin Panofsky en
su libro "Vida y arte de Alberto Durero", y que merece esta humilde pero
admirativa referencia.
Alberto Durero
Había nacido en
Nuremberg en 1471 y era el tercer hijo de un orfebre, lo cual facilitó su
conocimiento de técnicas e instrumentos que luego utilizaría durante toda
su vida. De su padre aprendió el oficio, pero también el amor por los
maravillosos Jan van Eyck y Roger van der Weyden, los grandes maestros de
la pintura europea del norte. Tal como se estilaba, una vez que realizó su
aprendizaje fue enviado fuera de su ciudad natal para completar sus
estudios. Por lo tanto, no es de sorprender que la historia lo presente
como un viajero incansable en busca de experiencia, trabajos y
conocimientos. Ya a los veintidós años era un xilógrafo que revelaba gran
talento y varios editores le habían ofrecido trabajo, a consecuencia de
una imagen de San Jerónimo que había realizado para la portada de unas
Cartas del santo. Pero también había descubierto que el talento para el
arte, al que él consideraba "un don divino y una conquista
intelectual", exigía una instrucción humanística, conocimiento de
matemática y, en general, los frutos de una "cultura liberal" (iii). En
este camino, cultivó la amistad de un recio humanista, Willibald
Pirckheimer, que descendía de una de las familias más rancias y adineradas
del patriciado de Nuremberg. Este amigo fue quien impulsó y acompañó su
desarrollo intelectual iniciándolo en el conocimiento de los autores
clásicos, tanto griegos como latinos, así como de todas las novedades que
se producían en la filosofía y la arqueología contemporáneas. A su vez,
Durero ilustraba sus escritos e iluminaba sus libros, también realizaba
retratos, ex libris y diseños de emblemas.
De sus viajes, la
cosecha más importante de experiencias y conocimientos la realizó en
Italia. Ya tempranamente, en 1494, partió en el primero de sus viajes a la
península, dicen que a causa de un brote de peste que había aparecido en
Nuremberg. Pero lo cierto es que Italia ofrecía para el artista más de un
atractivo: su amigo Pirkheimer estaba estudiando en Pavía, pero además
ansiaba respirar la atmósfera del lugar en donde había renacido la
Antigüedad clásica. Nos cuenta Panofsky que entre 1495 y 1500 había
realizado más de sesenta grabados a buril y xilografías que le procuraron
fama internacional. En 1505 vuelve a viajar a Italia, y esta vez se le
encargó un, para él, honroso trabajo: pintar un retablo para la iglesia de
la colonia alemana de Venecia, San Bartolomeo.
Mientras tanto, fue
convirtiéndose en un artista erudito que colaboraba con estudiosos y
científicos y participaba en todos los movimientos intelectuales de la
época (Panofsky). Su talento de dibujante y pintor así como sus
condiciones de humanista fueron los que atrajeron al emperador Maximiliano
I, con quien mantuvo una extensa relación hasta la muerte del
emperador.
No todos coinciden en
el carácter del arte de Durero, al margen de que son unánimes los
reconocimientos a su grandeza. Pero los románticos alemanes se crearon una
imagen de Durero como un artista consagrado casi completamente a la
interpretación de temas cristianos, satisfecho con una vida tranquila, y
considerándose sólo como un operario de Dios.
Carl Gustav Carus (iv),
uno de los más importantes pintores románticos contemporáneo de Goethe,
realizó una interpretación del grabado llamado Melancolía I y creyó
descubrir en él las características de un Durero fáustico, buscando
incansablemente la perfección imposible y muy consciente de las
limitaciones de la mente. Si bien Erwin Panofsky no coincide con muchas de
las afirmaciones de Carus, acepta lo que para él es el rasgo más
significativo de la personalidad de Durero, y que se va a reflejar de
manera contundente en el citado grabado. Para ello es necesario adentrarse
un poco más en las entrañas del pensamiento dureriano.
Decía Durero que el
arte sin conocimiento era "una mezcolanza fortuita de imitación
irreflexiva, fantasía irracional y práctica ciegamente aceptada".
Haciendo referencia a su herencia alemana, según él, los artistas alemanes
contemporáneos carecían de "buenos cimientos", y esa fue la falta que él
trató de suplir. Por otra parte, repetía hasta el cansancio que las normas
teóricas de por sí no alcanzaban para hacer justicia a la "infinita
complejidad de la creación de Dios", casi imposible de reproducir
debido a la diversidad de los dones y gustos de cada cual y a lo limitado
de la razón humana.
De modo que, en Durero
-según Panofsky- se habría producido un conflicto espiritual, una tensión
producto del choque entre dos maneras contrapuestas de entender el arte:
la que correspondía a su tradición alemana, intuitiva, fantasiosa, poco
inclinada a la teorización, y la italiana, heredera de la antigüedad
clásica, más intelectual y reflexiva, absorbida durante sus viajes a la
península. Ese conflicto se manifestará a lo largo de su evolución
artística generando períodos de creatividad inconstante, oscilantes entre
tensiones y descargas, donde cada período recibe el impulso del anterior y
a la vez explica, al menos en parte, el que le sigue.
Sus obras maestras: La Melencolía
I
Uno de los momentos
culminantes en la evolución del arte de Alberto Durero se da entre los
años 1513 y 1514, cuando -entre muchas otras obras- realiza las que se
consideran sus tres grabados maestros: "El caballero, la Muerte y el
Diablo", "San Jerónimo en su estudio" y la "Melencolía
I".

"Melencolía I", Alberto Durero, 1514.
(Gabinete de estampas de Berlín).
En un estilo que parece anticipar el barroco por la profusión de
formas y el predominio de zonas sombrías, Durero ubica su apesadumbrado
personaje arrinconado contra una construcción y con un paisaje abierto al
fondo. Sumida en una actitud depresiva, la rodean una multitud de
elementos, figuras, formas, instrumentos, todos los cuales están cargados
de significados que el teórico Panofsky nos ayudará a
interpretar.
Comenzando por la forma
constructiva, sobre ella se apoyan una balanza, un reloj de arena y una
campana, debajo de la cual se encuentra lo que se conoce como el "cuadrado
mágico". Para sugerir que el edificio está inacabado, una escalera asoma
por el costado. En el suelo se desparraman una serie de útiles y enseres
que pertenecen en su mayor parte a carpinteros y arquitectos: una rueda de
molino, garlopa, sierra, regla, tenazas, clavos, una plantilla, un
martillo, un crisol pequeño, pinzas para recoger brasas, un tintero con su
caja de plumas, y algo oculto por las faldas de la mujer, el cañón de un
fuelle. Como símbolos o emblemas del principio científico subyacente a las
artes de la arquitectura y la carpintería, hay dos objetos algo
desconcertantes, que recuerdan los volúmenes surrealistas de Magritte: una
esfera de madera y un romboedro de piedra truncado. Tanto estos símbolos
como el reloj de arena, la balanza, el cuadrado mágico y el compás que
sostiene la Melancolía, testimonian que el artesano terrenal, al igual que
el Arquitecto del Universo, aplican en sus trabajos las reglas de la
matemática, es decir, de "medida, número y peso", en el lenguaje de Platón
y del Libro de la Sabiduría (Panofsky).
Consultando el Oxford
Dictionary, éste habla de "depresión mental, falta de alegría;
tendencia al abatimiento y a la cavilación; influencia deprimente de un
lugar, etc."., en relación con el término "melancolía". Por su parte,
en el Diccionario Etimológico de la Lengua Española (v) leemos que
"melancolía" es sinónimo de "tristeza", que se creía deberse a la
presencia de un exceso de bilis negra (mélas: en griego, significa
"negro"; kholé: bilis, hiel). Y éste tal vez sea el significado que más se
aproxima a lo que el teórico Panofsky nos quiere demostrar en su
análisis.
La teoría de los "cuatro
humores"
Si observamos el
grabado, el título de la obra, (Melencolia I), escrito en un cartel
que sostiene extrañamente entre sus alas un "chirriante" murciélago, está
referido a la teoría de los "cuatro humores" muy desarrollada hacia el
final de la Antigüedad clásica, y que ya Durero había empleado en su
representación de la Caída del Hombre. Esta teoría suponía que tanto el
cuerpo como la mente humanos estaban condicionados por cuatro fluidos
básicos considerados coesenciales con los cuatro elementos, los cuatro
vientos, las cuatro estaciones, las cuatro horas del día y las cuatro
fases de la vida. La cólera, o bilis amarilla, asociada al calor y la
sequedad, correspondía al verano, el mediodía y la edad viril. La flema,
húmeda y fría como el agua, estaba relacionada con el invierno, la noche y
la ancianidad. La sangre, húmeda y caliente, asociada con el aire, estaba
ligada a la primavera, la mañana y la juventud. Por último, el humor
melancólico o bilis negra, era seco y frío como la tierra, y se
relacionaba con el otoño, el atardecer y una edad alrededor de los sesenta
años.
En
un hombre ideal, los cuatro humores estarían equilibrados armónicamente.
Pero, en la realidad, siempre alguno de los cuatro humores predomina sobre
los demás, y esto determina no sólo su personalidad sino su complexión
física, su propensión a sufrir determinadas enfermedades y hasta sus
cualidades morales e intelectuales.
Si alguno de los cuatro
humores y su correspondiente temperamento debía ser el predominante, era
deseable que fuera el sanguíneo ya que éste, asociado con el aire, la
primavera, la mañana y la juventud, era tenido como el más propicio. El
hombre sanguíneo, de cuerpo recio y tez rozagante, naturalmente alegre,
sociable y generoso, inclinado a la buena vida, era el más favorecido de
los cuatro tipos posibles, según esta teoría. Su contrario, el humor
melancólico, era aborrecido, rechazado, y considerado el peor de los
temperamentos posibles. Se creía que la melancolía, cuando se daba en
exceso, podía llevar a la demencia. Aún cuando esta enfermedad podía ser
sufrida por cualquier temperamento, eran los melancólicos los más
propensos a padecerla.
Tradiciones
iconográficas
Esta teoría de los
cuatro humores tenía una tradición iconográfica que se remontaba a la Edad
Media. En esa época, los modelos que se utilizaban para representarlos
revelaban su característica por su conducta y estaban relacionados con los
vicios. Así, para el temperamento sanguíneo se utilizaba el modelo de la
Lujuria, el colérico era representado como la Discordia, el flemático y el
melancólico como la Pereza. Pero la Melancolía de Durero no es
precisamente una imagen de la pereza: no aparece dormida, como solían
representarse las Perezas medievales: sus ojos están muy abiertos y su
mirada atenta. Está inactiva, pero su inacción no es holgazanería sino
falta de sentido para la acción. Dice Panofsky: "Su energía está
paralizada no por el sueño sino por el pensamiento" (vi).

Representación medieval de la
Pereza
Otra tradición iconográfica que subyace a la Melancolía de Durero es
la que muestra a la figura del Arte rodeada de instrumentos científicos y
técnicos. Ya en un tratado enciclopédico editado en 1504 y en 1508 aparece
una xilografía titulada "Typus Geometriae" que muestra casi todos
los objetos que se ven en el trabajo de Durero. La idea es que todas las
artes técnicas serían aplicaciones de la Geometría. Así, en el Typus
Geometriae estarían comprendidas la geometría pura (representada por
el libro, el tintero y el compás), la medición del espacio y del tiempo
(ilustrados por el cuadrado mágico, el reloj de arena con la campana y la
balanza), la geometría aplicada (los instrumentos técnicos) y la geometría
descriptiva, particularmente la estereografía y la perspectiva
(representadas por el romboedro truncado). Por tanto, la obra de Durero,
sería una síntesis de la iconografía de la Melancolía que aparece
acompañada de todo lo que implica la palabra Geometría. Es decir, una
"Melancolia artificialis" o Melancolía de Artista.
Menciona también
Panofsky otros significados en relación con la obra, y de ellos haremos
una breve síntesis en el siguiente cuadro:
ELEMENTO |
SIGNIFICADO |
|
- La Astronomía
- Aquí se ven como emanaciones misteriosas y de mal
agüero
|
|
- Sale al anochecer, habita en lugares solitarios,
oscuros y ruinosos.
|
|
- Puede ser víctima de tristeza y locura.
|
- El apoyar la cabeza en una mano:
|
- Pensamiento caviloso, fatiga o pesar.
|
|
- Típico del rostro del melancólico, que en Durero
es un rostro en sombras.
|
|
- Paliativo contra los peligros del humor
melancholicus.
|
- La bolsa (que lleva la mujer):
|
- Símbolo vulgar de la riqueza, que Durero
transforma en símbolo de la "riqueza de artista"
|
- El llavero (que cuelga a su costado):
|
- Denota poder: asociado con Saturno, el más viejo
y elevado de los dioses.
|
|
- La pericia práctica que actúa pero no puede
pensar.
|
|
- La penetración teórica que piensa pero no puede
actuar.
|
Tres
interrogantes:
Erwin Panofsky se
pregunta, y al mismo tiempo trata de explicar en su trabajo, sobre tres
cuestiones que trataremos de sintetizar:
I) ¿Por qué Durero remplazó una tragedia espiritual por lo
que antes era torpeza y carácter obtuso de un temperamento inferior, como
sería el de la pereza?
El concepto de
melancolía había sido invertido por Marcilio Ficino, el mentor del
movimiento neoplatónico florentino. Era un hombre delicado de salud,
melancólico, y encontró que Aristóteles se había referido a los
melancólicos por naturaleza como "seres que caminan por una especie de
cresta estrecha entre dos abismos" y que debían ser controlados por el
peligro que esta situación entrañaba para ellos mismos. Estos seres están
por encima del nivel de los demás mortales. Decía también Aristóteles que
"Todos los hombres verdaderamente sobresalientes, ya sea que se hayan
distinguido en la filosofía, en la política, en la poesía o en las artes,
son melancólicos; e incluso algunos hasta el punto de sufrir enfermedades
producidas por la bilis negra". Los neoplatónicos florentinos
advirtieron que esta doctrina de Aristóteles daba una base científica a la
teoría platónica del "frenesí divino". Este "frenesí divino" de que
hablaban los neoplatónicos era la causa de aquellos misteriosos éxtasis
que "petrificaban el cuerpo y arrobaban el alma". Entonces, la expresión
furor melancholicus se transformó en sinónimo de furor divinus. Lo
que era una desventaja calamitosa pasó a ser un privilegio, peligroso y
exaltado: el privilegio del genio. Platón y Aristóteles, desde la
Antigüedad, se juntaban para auspiciar una nueva idea: la melancolía quedó
coronada por la aureola de lo sublime. Al poco tiempo, el postulado
aristotélico fue invertido con total facilidad: si todos los grandes
hombres eran melancólicos, se podría afirmar asimismo que todos los
melancólicos eran grandes hombres!! : "Malencolia significa ingegno"
("Melancolía significa genialidad").
La exaltación humanista
a que fue llevada la melancolía fue paralela al ennoblecimiento del
planeta Saturno, su directa influencia. Y los neoplatónicos descubrieron
que Plotino y sus discípulos apreciaban tanto a Saturno como Aristóteles a
la melancolía. Saturno era considerado superior aún a Júpiter, ya que
simbolizaba la "mente" del universo, y representaba la contemplación
profunda frente a la mera acción práctica. Por lo tanto, aquellos cuyas
mentes se inclinaban a contemplar e investigar las cosas más altas y
secretas, se sometían al dominio de este planeta. Los más eminentes
representantes de la Academia florentina (además de Marcilio Ficino, Pico
della Mirandola, Lorenzo el Magnífico) se llamaban a sí mismos, medio en
broma y medio en serio, con el nombre de "saturninos", y se
ufanaban de que el mismo Platón hubiese nacido bajo el signo de
Saturno.
Aún cuando Saturno
había sido reivindicado, la superstición sobre su maléfica influencia
seguía prevaleciendo, y el mismo Ficino recomendaba el uso de talismanes
para contrarrestar la influencia negativa del planeta. Eso explicaría, por
ejemplo, la presencia del cuadrado mágico en el grabado de Durero,
identificado con la mensula jovis dividida en dieciséis casillas y que,
grabada en una lámina de estaño podía "convertir el mal en bien" y
"disipar toda angustia y temor".
Cuadrado mágico. Melencolia I. Alberto
Durero.
II) ¿Cuál es el nexo entre Melancolía y Saturno por un
lado, y entre Geometría y Artes Geométricas, por el otro?
Existe un primer nexo astrológico que relaciona a Saturno con los
trabajos en piedra y madera, por ser dios de la tierra. Pero como dios de
la agricultura, debe supervisar las medidas y cantidades de las cosas y la
partición de la tierra. Hay una tradición iconográfica que representa a
Saturno acompañado de sus atributos rústicos de trabajo complementados con
la presencia del compás. Es la imagen del Saturno Geómetra.
Pero hay un nexo de
carácter más psicológico entre la geometría y la melancolía: el filósofo
escolástico Enrique de Gante (vii), considerado por Pico della Mirandola
como su alma gemela, argumenta que existen dos clases de pensadores: las
mentes filosóficas que pueden comprender con facilidad las ideas puramente
metafísicas y aquellos en los que la potencia imaginativa predomina sobre
la cognitiva. Estos pensadores sólo son capaces de aprehender el espacio o
lo que posee una ubicación y posición en él.
Estos pensadores pueden
llegar a ser excelentes matemáticos pero muy malos metafísicos, y esto los
transforma en hombres melancólicos. El saber que existe una esfera de
pensamiento que nunca van a poder alcanzar, les hace sufrir de un
sentimiento de "confinamiento e insuficiencia espiritual".
Esta es tal vez la idea
que más refleja la imagen de la Melancolía de Durero: alada pero contraída
en sí misma, tristemente coronada, sumida en las sombras, equipada de los
instrumentos del arte y de la ciencia, pero al mismo tiempo incapaz de
utilizarlos, sumergida en sus pesimistas reflexiones, conciente de las
infranqueables barreras hacia un espacio superior del
pensamiento.
Y aquí estaría tal vez
la respuesta al último de los interrogantes que plantea
Panofsky:
III) ¿Qué significado tiene el número I que está a
continuación del título "Melencolia"?

Melencolia I (detalle: El
murciélago). Alberto Durero.
El número I, más que una secuencia de grabados relacionadas con la
representación de los cuatro humores y de la cual éste sería el primero,
se podría explicar por la fuente literaria más importante que tiene el
grabado: el De Occulta Philosophia de Cornelius Agrippa de Nettesheim
(viii). Dice este autor que el hombre puede alcanzar sus mayores triunfos
espirituales e intelectuales por inspiración directa de lo alto, y esta
inspiración puede llegarle al hombre a través de sueños proféticos, de la
contemplación intensa o a través del furor melancholicus inducido por
Saturno. A diferencia de Marcilio Ficino -que consideraba que sólo la
facultad más elevada de la mente, esto es, la mente intuitiva puede
recibir la influencia de Saturno-, Agrippa creía que la inspiración
saturniana podía espolear también a las otras dos facultades de la mente:
la razón discursiva y la imaginación.
Agrippa distinguía, por
tanto, tres clases de genios: los que poseían una poderosa imaginación
llegarían a ser artistas, artesanos, arquitectos o pintores
extraordinarios. Aquellos en los que predominaba la razón discursiva,
podrían descollar como científicos, médicos o estadistas. Y quienes
tuvieran como predominante una mente intuitiva podrían conocer los
secretos del reino de la divinidad y se destacarían sobre todo en el campo
de la teología.
Por lo tanto, se podría
concluir que la Melancolía de Durero, la "Melancolía de Artista", lleva
claramente el elemento "I" porque se encuentra en la esfera de la
imaginación, la esfera de las cantidades espaciales. Tipifica la forma
primera, la menos exaltada del ingenio humano. Personifica a los que no
pueden llevar su pensamiento más allá de los límites del espacio. Siente
impotencia por lo que no puede alcanzar, y renuncia a lo que está a su
alcance porque le resulta insuficiente.
Por todo esto, Panofsky
llega a la conclusión de que la Melencolia I es un reflejo de la
personalidad de Durero. Él se consideraba a sí mismo un melancólico. Había
experimentado las "inspiraciones desde lo alto", y también había conocido
la sensación de "impotencia". El hombre cuyo "autorretrato espiritual",
como lo llama Panofsky, había plasmado una de sus obras maestras
(inspiración y modelo para infinitas obras posteriores) llegó a
manifestar:
"Mas qué sea la belleza absoluta, no lo sé. Nadie lo
sabe sino Dios".
Y
escribió algún tiempo después en su diario:
"En cuanto a la Geometría, puede demostrar la verdad de
algunas cosas; pero en lo que atañe a otras hay que contentarse con la
opinión y el juicio de los hombres.
De tal modo está alojada la mentira en
nuestro entendimiento, y tan firmemente está atrincherada la oscuridad en
nuestro espíritu, que aún nuestra búsqueda a tientas
fracasa".
Nota:
Para profundizar en el conocimiento del método de estudio
iconográfico que realiza el teórico Erwin Panofsky (ix), se recomiendan
las siguientes lecturas:
- "El significado en las artes visuales". Capítulo
1: Iconografía e iconología: introducción al estudio del arte del
Renacimiento. Alianza Forma.
- "Estudios sobre iconología". Capítulo 1:
Introducción. Alianza Universidad.
(i) "¡Oh, melancolía!", Silvio
Rodríguez. (ii) "El significado en las artes visuales", Erwin
Panofsky. "Los pastores de la Arcadia",
María Rosa Díaz, revista Aula Abierta N° 96, 2000. (iii) "Vida y arte
de Alberto Durero", Erwin Panofsky. Editorial Alianza Forma. (iv) Carl
Gustav Carus (Leipzig 1789 - Dresde 1869): pintor y dibujante
perteneciente al romanticismo alemán. Fue también médico, fisiólogo,
psicólogo y filósofo. Fue amigo del pintor Caspar Friedrich y del poeta y
escritor Johann Wolfgang von Goethe. (v) Diccionario Etimológico de la
Lengua Española, Guido Gómez de Silva, F. de C. Económica. (vi) Erwin
Panofsky: op. cit. (vii)Teólogo flamenco del siglo XIII. Enciclopedia
Microsoft Encarta 2000. (viii) Agrippa von Nettesheim, Heinrich
Cornelius (Colonia, 1486 - Grenoble, 1535): filósofo, médico y alquimista
alemán. Fue historiógrafo de Carlos I. Unió elementos gnósticos,
herméticos teosóficos y cabalísticos. Fue autor de De occulta philosophia
(1510) y de De incertitudine et vanitate scientiarum (1527).Diccionario
enciclopédico Agostini. (ix) Erwin Panofsky: (Hannover, 1892 -
Princeton, 1968) historiador del arte de origen alemán. Después de haber
enseñado en la Universidad de Hamburgo, en 1933 se estableció en Estados
Unidos. Ha publicado importantes estudios sobre Durero y los primitivos
flamencos, en los que ha determinado su método crítico. Este método
comprende una ciencia comparativa de las imágenes, en la cual se basa una
historia de la imaginación plástica. Obras principales: Estudios de
Iconología (1939), Arquitectura gótica y escolástica (1951), El
significado en las artes visuales (1953), Los primitivos flamencos (1953)
y Vida y arte de Alberto Durero
(1943)
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