Capítulo 6
Las aguas subterráneas en una cuenca de altura: el Valle de Toluca
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Los humedales del Alto Lerma 

La cuenca alta del Lerma que se origina en las faldas del Nevado de Toluca y se extiende hacia el norte, al valle del mismo nombre, creado por una obstrucción volcánica del drenaje, formando cuerpos de agua lacunares y humedales, que en su conjunto se  denominan actualmente: Ciénega de Lerma  y que comprenden los municipios de Lerma, Ocoyoacac, Capulhuac, Atizapan, Almoloya del Río, Tianguistenco, Texcalyacac, Rayón, San Antonio la Isla, Calimaya, Chapultepec, Mexicalcingo, San Mateo Atenco y Toluca. En tiempos anteriores los otomianos conocían a esta región como el Mexphi y los nahuas como Matlatzinco.  

Estas ciénagas escritas localmnte ciénegas  se han reducido en tamaño gradualmente, en parte por evolución hidrológica natural, pero sobre todo debido a la acción humana. 

Debido a esto último, la gran laguna histórica se separó en tres cuerpos de agua diferentes conocidos bajo el nombre de ciénagas de Chiconahuapan, de Chimaliapan y de Chignahuapan.  Los tres humedales se hallan ubicados en la porción sur de la cuenca del Alto Lerma, al poniente de la Sierra de las Cruces y la Sierra de Monte Alto- Actualmente se extienden por unas 1,425 Ha, desde San Pedro Techuchulco en el extremo sur (Lat N 19 06’ 29” y Long W 99 30’ 53”), hasta Santa María Atarasquillo, en el norte (Lat N 19 21’ 48” y Long W 99 30’ 13”).  

El crecimiento de la ciudad de México llevó a que se implementara un sistema de extracción de agua del acuífero del Valle de Toluca para el abastecimiento del Valle de México.  Existen numerosos pozos que han bombeado grandes volúmenes de agua (alrededor de 5 m3 por segundo) por varias décadas.  

A la extracción de agua para abastecer al Valle de México, se agrega el uso de aguas subterráneas para satisfacer las necesidades crecientes del  propio Valle de Toluca, en particular, a la misma ciudad de Toluca, cuyo consumo ha venido aumentando en forma acelerada. 

Como consecuencia de la sobreexplotación del acuífero por encima de los volúmenes de racarga, el nivel piezométrico ha descendido considerablemente. Esto favoreció la infiltración de aguas superficiales y dando lugar a un desecamiento de las zonas antiguamente inundadas. 

A ello se agregó un drenaje artificial para “abrir” tierras para la agricultura. Cuando las tierras se inundan en la estación de las lluvias, empieza a funcionar un amplio sistema de bombeo que evacúan el agua para proteger los plantíos. El resultado de todo ello ha sido una reducción consciente del área ocupada por los humedales y lagunas. 
  

Las aguas residuales generadas por las poblaciones también han aumentado debido al crecimiento urbano. Una parte de esta agua reciben tratamiento limitado, el resto se vierten crudas en los canales y cuerpos de agua superficiales. 

Debido a este vertido inapropiado las lagunas y humedales sobrevivientes están altamente contaminados y hay riesgo de contaminación de la propia napa acuífera que sirve de fuente para el consumo humano. 

Gran parte de la flora y fauna lacustre autóctona ha desaparecido, y la que resta está seriamente amenazada.  

Al verse afectados los ecosistemas, se han visto afectadas también las actividades humanas relacionadas con los mismos. 

La pesca y recolección de peces e invertebrados, la utilización de las plantas típicas de la ciénaga, el pastoreo de animales, la caza tradicional de aves, el cultivo en chinampas, son todas actividades que han desaparecido o están en vías de hacerlo. 
  

Aspectos geológicos 

El sustrato de base de la región mexiquense está formado por formaciones marinas del cretácico. Se trata de las calizas de la formación Morelos, que ha sido recubierta por los flysch de la formación Mezcala y las molasas oligocenas de la formación Balsas (conglomerados, lavas y yesos). 

Por encima de estos complejos y durante el oligoceno en forma parcialmente contemporánea con los depósitos molásicos, se depositaron vulcanitas que afloran sólo localmente y que se apoyaron sobre las anteriores. 

Las rocas miocénicas están compuestas por un grueso paquete de lavas, rocas clásticas, piroclásticas y lacustres. Estos elementos volcánicos afloran en varias localidades del valle. En el Plioceno se desarrollaron nuevas elevaciones volcánicas, incluyendo volcanes estratificados y domos. 

Ya sobre el límite del Plioceno- Pleistoceno se depositaron varias formaciones sedimentario- volcánicas, que incluye la formación Tarango, entre otras. Están compuestas por tobas, flujos piroclásticos, lahares, depósticos fluviales, capas de piedra pómez y paleosuelos. 

Las condiciones de orogénesis volcánica sucesivas dificultaron el desarrollo de una red hidrográfica jerarquizada obstruyendo el drenaje hacia el sur. Si bien hacia el norte, se generó un emisario fluvial (el río Lerma), de todos modos se formaron varios cuerpos lacunares que han evolucionado geológica y ecológicamente durante todo el cuaternario.  

Durante este período geológico continuaron los episodios volcánicos con efusiones de basaltos y andesitas, cuya interestratificación con los sedimentos lacustres ocurrió en varias oportunidades y lugares. 

Originalmente la región lacustre estaba formada por un solo lago de gran tamaño, pero a medida que se rellenó con sedimentos aportados de las cadenas vecinas y elementos volcánicos (p.ej. cenizas, escorias, lavas) se fue fragmentándo en cuerpos menores.  

El proceso de relleno y desecación natural fue acelerado por la acción humana (la construcción de chinampas en tiempos pre-coloniales y más tarde la desecación y el bombeo voluntario y  planificado. Los lagos actuales representan sólo una pequeña fracción de la superficie original. 
  

Aspectos biológicos 

Hasta hace cinco décadas las ciénagas albergaban alrededor de 150 especies de aves, 25 especies de mamíferos, 15 de peces, 8 de anfibios, así como reptiles e insectos. Lo anterior reflejaba la gran diversidad de hábitats y microhábitats, incluyendo las comunidades de plantas acuáticas y terrestres de la región lacustre. Para cada uno de los grupos de fauna y flora, existían especies endémicas con características biológicas propias, y ocupando nichos específicos en el complejo ecosistema lacustre. Los vertebrados acuáticos son tan particulares que la cuenca se ha considerado como una subregión aparte  . La zona es un santuario de aves migratorias. Esta es una de las pocas regiones lacustres ubicadas a mas de 2,500 m.s.n.m. y a una latitud lo suficientemente alejada de los fríos inviernos del Canadá, como para permitir el arribo y la permanencia de patos y otros entre los meses de septiembre y marzo. A pesar del alto grado de contaminación de los afluentes que se conectan a las ciénagas por descargas industriales y urbanas sin tratar, la diversidad de aves se ha mantenido, y aunque las poblaciones se han reducido en algunos casos dramáticamente, hay posibilidad de recuperar notablemente los números poblacionales con programas de adecuados. Por ejemplo, varias especies han sido reportadas sólo en los dos últimos años debido al incremento en el nivel de las aguas de las ciénagas. Más aún esta región ha sido declarada un Area de Importancia para la Conservación de Aves AICA CLAVE C-11. 

Las características de las aguas de las antiguas lagunas (profundidad, turbiedad, pH, solutos disueltos, entre otros) permitieron que se desarrollara un complejo entramado de relaciones tróficas, simbióticas y parasitarias. En condiciones normales de oxigenación y de composición química del agua, existen, en primera instancia, formaciones microscrópicas y macroscópicas que constituyen el fitoplanton y zooplancton. Hasta hoy, especies microscópicas como Spirogyra (una Conjugada) brindan refugio a larvas y estados tempranos de desarrollo de insectos y oligoquetos. Cabe destacar que el protozoario Sagittaria deveersa es endémico de la región lacustre.  

Luego, aunque casi imperceptiblemente debido a la alta contaminación, se presentan peces endémicos del género Chirostoma (C. riojai) (charal), Algansea (A. barbata y A. tincella) entre otros nativos , ranas (Hyla eximia o la “rana criolla”), e insectos acuáticos (Trichoptera, Himenoptera; géneros Gammarus, Naucoria “chinche de agua”, Dytiscus “habas”; y coleópetros pequeños (Hidrofilidae, Disticidae)). Daphnia pulex, un Ostracodermo se encuentra asociado a plantas acuáticas Myriophllum hippuroides, M. heterophyllum y Ceratophyllum demersum. Hasta hoy, se presencian reptiles (Sceloporus scalaris, Thamnophis melanogaster “culebra de agua”) .  

Las plantas acuáticas sumergidas, flotantes y helófitas  , están, en ciertas zonas de las ciénagas, formando gruesas “alfombras”, lo que es perjudicial para la vida acuática de peces y otros, por los efectos adversos de la eutroficación. 

Las condiciones actuales de contaminación y desecación de zonas de las ciénagas para cultivo han puesto en peligro de extinción especies endémicas tal como el pato tepalcate, el pato azteca (Anas acuta), el tichito, los ajolotes (Ambystoma lermaensis, A. granulossum, A. mexicanum), charales (Chirostoma riojai) plantas como la papa del agua (Sagittaria sagittifolia var. variabilis ) entre otros. 
  

Aspectos hidrológicos 

Además de ser el punto de nacimiento del Río Lerma, (cuya cuenca presenta una extensión de 52,500 km cuadrados) la región residual lacustre   entre las Sierras de las Cruces y de Monte Alto en el oriente y las faldas del Volcán de Toluca en el poniente, presenta áreas naturales de inundación. Salinas (1929), anotó:  “El cauce del río de Lerma es insuficiente para contener toda el agua  que mana en aquel sitio; así es que dicha agua se desborda y se extiende a uno y otro lado del río, formando ciénagas. Esta región cenagosa…se extiende de Sur a Norte, desde el pueblo de Texcaliacac hasta el de Tarasquillo, aproximadamente.”   Lo anterior es cierto menos cuando se hace referencia a “ciénagas”: hasta 1943 los cuerpos de agua se consideraban lagos y tenían una extensión de aprox. 3 500 ha. cada una, con profundidades mayores a 3 m.. Sólo en las últimas tres décadas se redujeron a unas 50 ha. - 1000 ha. cada una   debido a las malas políticas que permitieron la desecación, sobre-explotación y contaminación de las aguas del Alto Lerma, y el crecimiento de la mancha industrial y urbana, todo de manera indiscriminada.  

Cabe destacar que, tanto el rio como las ciénagas, existen debido al agua que brota desde los mantos freáticos que yacen bajo la planicie aluvial, a través de manatiales, que en 1970, a partir de un estudio de la SRH, se calculó existían 100 de ellos, sin contar los ‘ojos de agua’.  

Hace diez años Wilfredo Contreras reportó que, “la sobreexplotación del agua y la contaminación de la que se usa en la industria, la vivienda y los servicios, han rebasado desde hace tiempo, la capacidad del acuífero para atender la demanda actual del agua y evidentemente para resolver las demandas futuras…La sobreexplotación alcanzó en 1988 los 200 millones de metros cúbicos. No se trata adecuadamente un solo litro de agua contaminada de origen urbano o industrial…”  

Más adelante el mismo documento se refiere al estado de las ciénagas como en vías de desaparición y a la vez, se propone que paulatinamente “el volumen de extracción se reduzca, ajustándolo al punto en el que se recupere el manto freático y se evite tanto la resequedad y agrietamiento del suelo en las áreas antiguamente inundadas, como el agotamiento del acuífero, pues no hay que olvidar que desde que entró en operación el sistema, en el año de 1953, se ha mantenido un gasto de alrededor de 9 metros cúbicos, por espacio de 35 años”  

Además, es sabido que el manto acuífero del Alto Lerma es afectado por la sobre-explotación de los bosques en el Nevado de Toluca. Es pertinente, por tanto, considerar que, de ejecutarse el programa de manejo para el Parque Nacional del Nevado de Toluca en los puntos referentes a recuperación de bosques, se aseguraría, en parte, la paulatina recuperación de los niveles estáticos del acuífero.  

Finalmente, la Cabecera del RioLerma es una Region Prioritaria Hidrológica según la CONABIO (Comisión Nacional  para la Biodiversidad). 
  

Antecedentes para la investigación histórica y cultural 

A la región antigua del Alto Lerma se le denominaba la región del Mexphi, y desde tiempos remotos se caracteriza como una región de tulares y lagos, rodeados de montañas y de bosques. En esta región del Altiplano Central de México se asentó un pueblo destacado por ser una de las culturas más antiguas del continente, la ñahñu-otomi. Este pueblo como otros, manifestaba un profundo respeto hacia los elementos naturales, mediante sus prácticas religiosas. Cada vez que realizaban alguna actividad daban gracias y rendían culto al agua, a la tierra, al fuego, al sol, al aire según correspondía la ocasión. También hacían ritos relacionados con elementos naturales visibles, invocando las fuerzas sobrenaturales para pedir buenas cosechas, o abundante caza.  

Debido a la rica biodiversidad en especies acuáticas y terrestres, los ñahñu-otomi se desarrollaron como civilización, respetando la naturaleza en forma armónica. Esta cultura al igual que otras desarrollaron prácticas culturales de recolección, caza, pesca y el uso del tule (Ciperaceae, Juncaceae y Typhaceae) para elaborar objetos utilitarios, entre otros. 

Como fuente de alimento, se consumían (y se consumen en la medida de lo posible) muchas de las plantas acuáticas como la jara (Bidens laevis), el berro(Berula erecta), el mamalacote (Hydrocotyle ranunculoides), la jarilla (Senecio salignus), la papa del agua (Sagittaria sagittifolia var. variabilis), así como anfibios como el ajolote (Ambystoma sp.), la rana criolla, y la rana toro, y aves como el pato cuchara, pato golondrino, pato azteca, la gallinita, la gallareta, el huilo, la garza, además de peces como el charal, el pescado blanco, entre otros, como acociles (Cambarellus montezumae) y juiles. 

Durante el Primer Taller Trinacional (México, Estados Unidos y Canadá): Agua, Desarrollo y Medio ambiente, realizado en la ciudad de Toluca a mediados de la década de 1990, se hizo explícito que el “manejo del agua en nuestro país requiere de un conocimiento amplio del recurso, de su ocurrencia en el tiempo y en el espacio, de las necesidades de éste como insumo en las actividades productivas y en el bienestar social, así como de las soluciones a los problemas que su escasez, exceso y contaminación general (CIRA, 1994)”. 

En este contexto, la cuenca inicial del río Lerma es representativa de las antiguas áreas cenagosas del centro del país donde el gran potencial que les confiere su base lacustre, sus ricos suelos y sus altas concentraciones demográficas ha significado el despliegue de importantes manifestaciones sociales, desde las primeras etapas de ocupamiento. Y constituye, también un caso paradigmático de los efectos que ha tenido el proceso de industrialización que tiende a acabar con los recursos naturales, provoca la degradación ambiental y destruye importantes formas socio-culturales de origen indo-colonial. Situación que, en el caso concreto del valle de Toluca, presenta tales visos de agudizamiento, que para “el actual gobierno estatal es imprescindible, y así se hace patente en el Plan Estatal de Desarrollo, el rescate y la recuperación ecológica de la Cuenca Alta del Río Lerma (C.I.R.A., 1994)”. 

Frente a este panorama, se pone de manifiesto la necesidad inmediata de rescatar las áreas lacustres que aún sobreviven y las que están a punto de desaparecer, así como a estimular el desarrollo o la reintroducción de la fauna y la flora originales. Rescatar, además, las formas tradicionales de conocimiento, en general, y productivas en particular --a través de las cuales un grupo humano utiliza los recursos de su entorno--, y de los aspectos culturales que definen la identidad particular. Lo anterior, en tanto constituyen algunos de los renglones básicos para el diseño de un programa socio-ambiental que evalúe, seleccione e implemente opciones que permitan parar el deterioro del ambiente y la destrucción de los recursos, y conduzcan al óptimo aprovechamiento del potencial del medio para un desarrollo congruente sostenido. 
  

Caracterización e importancia histórica de la Cuenca Alta del Río Lerma 

La sub-cuenca inicial del río Lerma es un área geográfico-cultural muy interesante, en la que –hasta antes del sojuzgamiento mexica– se situaron las cabeceras hegemónicas de los matlatzincas --Teotenanco y Tollocan--, y es la que actualmente cobija a la capital mexiquense. Esta zona se caracteriza por haber contenido a la ciénaga o laguna de Lerma, que fuera el principal depósito acuático del Matlatzinco y uno de los más importantes en el ámbito mexiquense. Cuando arribaron los españoles conformaba la zona de contacto y de dispersión del matlatzinca, del otomí y del mazahua (Carrasco, 1950), y constituye, en sentido estricto, el valle de Toluca, siendo a partir de su conformación que emanó el criterio geográfico con base en el cual, a la llegada de los peninsulares, se llamó al Matlatzinco “valle” de “Tollocan” o Toluca, nombre que se aplicó, desde entonces, a entidades territoriales cambiantes. 

Hasta la desecación de la ciénaga –o currida entre 1942 y 1970–, esta zona contuvo tres áreas generales: un vaso lacustre, ubicado hacia los 2,237 msnm, una franja ribereña que asendía hasta cerca de 2,600 msnm, y un cortorno montañoso que, en su punto más alto --marcado por el volcán Nevado de Toluca-- medía 4,578 msnm. El amplio abanico microambiental de la zona, donde proliferaron ricas variedades de fauna y flora, constituyó una pródiga base económica, como medio directo de vida y, a través de una elaboración secundaria, para el despliegue de múltiples actividades, en distintas épocas. 

Se trata, además, de un área vecina a la cuenca de México, con la que ha presentado varios aspectos comunes, así como un interesante paralelismo y una estrecha relación desde tiempos remotos. La zona mantuvo un lazo lingüístico con la cuenca de México a través de la familia de mayor profundidad temporal en Mesoamérica: la otomangue, con 6,500 años desde su diversificación (Hopkins, 1979). Y compartió elementos de la tradición cerámica desde el Formativo Inferior --1250-1000 antes de nuestra era-- (Sugiura, 1980, 1990). Tal vínculo adquirió tintes patéticos en ciertos episodios históricos, tales como la dramática invasión mexica en el siglo XV, y la muerte del depósito lacustre en la segunda mitad del siglo XX, debido a la construcción del acueducto y a causa del bombeo del agua del alto Lerma hacia el Distrito Federal. Proyecto que fue realizado con objeto de abastecer del preciado líquido a la población de la capital del país, cuyo crecimiento comenzó a acelerarse desde los años de 1940, por la masiva inmigración provocada por el desarrollo industrial (Unikel, 1974). 

Durante la etapa final de la laguna de Lerma (1900-1970), la zona lacustre ocupó 19 municipios mexiquenses . La ciénaga de Lerma fue importante desde el pasado preagrícola hasta el despegue industrial. El nodo teórico de la producción lacustre no agrícola y su trascendencia histórica, en el alto Lerma mexiquense, radica en su cualidad básica como fuente de alimentos de los sectores populares o mayoritarios. Además de este alcance general, ciertos productos acuáticos tuvieron, también, una relevancia específica en distintas etapas. Por ejemplo, el tule se empleó con mayor profusión en tiempos prehispánicos, en la confección de la vivienda y en la construcción del propio territorio habitable y cultivable --sobre la laguna--, a partir de la técnica de “altado” por sobreposición de capas de vegetación acuática y de lodo del fondo de la ciénaga. La juncácea también se usó en la confección artesanal y de parte del atuendo, presentando, además, una amplia gama de usos rituales, de implicaciones sociales y políticas, así como de significados ideológicos y en términos de la cosmosivión. Durante la Colonia, el destino forrajero de la flora extraída del lago propició el surgimiento de un tipo de ganadería lacustre, impulsando su espectacular desarrollo. Éste caracterizó al valle de Toluca, al ser la empresa por excelencia de los sectores hegemónicos locales (abanderados por el mismo Hernán Cortés y su primo, el Licenciado Juan Gutiérrez Altamirano), desde el siglo XVI hasta las primeras décadas del siglo XX. Al respecto, la zona representa un caso típico del proceso --que ha sido llamado por algunos autores-- de acumulación originaria de capital, con base en la ganadería, de la que emanaron múltiples actividades. Por ejemplo, la crianza de toros de lidia y la Charrería; los rubros de transformación, como la curtiduría, la jabonería, la cremería y la dulcería láctea; la elaboración textil lanera, la de la barbacoa y, específicamente, los derivados del cerdo. En este sentido, la tocinería y la hechura de jamones están reportadas desde el siglo XVI y, con el paso del tiempo, la industria gastronómica porcina llegó a estampar su sello en la cultura local de la zona lacustre. En esta urdimbre se ataron todos los sectores socioeconómicos de la zona (desde los grandes encomenderos y las repúblicas de indios, los grupos de origen africano y asiático y las castas). Su importancia traspasó a otras regiones, proyectándose en el ámbito virreinal. Lo anterior tuvo lugar mediante la conducción de productos ganaderos, así como de los productos resultantes de diversas actividades conexas de los principales encomederos hacia otras empresas suyas, sobre todo la minería. Con lo anterior se produjo una compleja circulación de cuantiosas mercaancías, al igual que de considerable población (en particular indígena y africana) e importantes zonas se conectaron económica y culturalmente. Aspectos todos que es necesario seguir estudiando de manera sistemática. En efecto, conviene mencionar que la importancia económica que comúnmente se le ha asignado al valle de Toluca a partir de su agricultura, sobre todo para los tiempos prehispánicos, por su ganadería durante la Colonia, y con base en su producción industrial en el siglo XX, no puede ser cabalmente explicda fuera del contexto lacustre. Éste imprimió un matiz sui generis a los distintos aspectos económicos y culturales y, de hecho, fue el factor que caracterizó a toda la secuencia histórica hasta la desaparición de la ciénaga de Lerma. 

Por lo demás, en la zona lacustre tuvo lugar una de las rutas socioeconómicas del valle de Toluca --similar a la de otras regiones lacustres aunque distinta a la de las zonas del Matlatzinco--, a saber, la que finaliza por la industrialización. Teniendo como telón de fondo la extinción de la ciénaga y el establecimiento del corredor industrial Lerma-Toluca (emprendido en la década de 1940), ocurrió el llamado “despegue” industrial, en los años sesenta. El cambio económico se produjo, por una parte, por la incorporación de sectores de la población de algunos municipios al trbajo en el corredor industrial. Por la otra, también acaeció por la industrialización interna en otros municipios que tuvo como base una actividad tradicional, como es el caso de la zapatería en San Mateo Atenco. 
  

Importancia histórica, económica y cultural 

El factor lacustre en la cuenca del alto Lerma comenzó a estudiarse sistemáticamente a partir de la producción no agrícola de pesca, caza y recolección acuáticas, una década después del agostamiento casi total de  la laguna, desde una perspectiva etnográfica moderna, a diferencia de lo que aconteció en la cuenca vecina de México. El valle de Toluca integró el sistema hidrológico del Lerma y fue habitado por la familia lingüística de mayor profundidad temporal en Mesoamérica: el proto-otomangue, con 6,500 años desde su diversificación. Conformó, además la zona central del Matlatzinco, no sólo por haber ocupado la parte media de esta región. También desde un punto de vista político-administrativo, puesto que en la zona lacustre encontramos las cabeceras hegemónicas de los matlatzincas: Teotenango y Tollocan. Y en cuanto a un criterio lingüístico, porque a la llegada de los españoles conformaba la zona de contacto y dispersión de las lenguas otomianas, excepto el ocuilteco (Carrasco, 1950), a saber otomía, mazahua y matlatzinca. En el alto Lerma, el recurso lacustre representó en todos los tiempos una fuente alimenticia inagotable que poasibilitó la estructuración de un modo de vida de origen pre-agrícola basado en la caza, pesca y recolección de fauna y flora acuáticas. Teóricamente, ese modo de vida también pudo haber permitido la emergencia de la agricultura, después de la cual mantuvo su importancia al lado de los rubros económicos que eventualmente cobraron relevancia. 

La variada gama de productos obtenidos del vaso lacustre, aunada a los que provenían de los otros pisos del cinturón montañoso que rodeaba a la ciénaga, propició una antigua ocupación humana, altas concentraciones demográficas (Giménez, 1985: 246) y una temprana convergencia de grupos que caracterizó la historia de la zona, la que, como lo ha indicado Soustelle (1937:15) “siempre ha sido una encrucijada de pueblos”. 

El uso diversificado del territorio dio pie a un complejo económico cuyo potencial fue incrementando por diferentes prácticas agrícolas. En este sentido, las restricciones climáticas, que en general replegaron la actividad agrícola a un solo ciclo, en tierra firme, se sortearon en los suelos artificiales, de las chinampas, donde fue posible cultivar, ininterrumpidamente, especies alimenticias, medicinales o de ornato. 

Por su parte, el aprovechamiento del zacate de la ciénaga, que integró un excelente forraje, dio paso a una variante ganadera, a la cual cabe nombrar lacustre (Albores, 1995: 142-145), no sólo por el uso de pastura acuática, sino también por el forrajeo directo del ganado mayor sobre las “planchas” de yerbas flotantes de la laguna. El uso intensivo de este tipo de pastura y el del maíz, que se destinó ampliamente para alimentar al ganado porcino, constituyó el motor del explosivo desarrollo ganadero. En este contexo, al término de la conquista de Matlatzinco, si bien Cortés lo “miró con atención, sobre todo como sitios de ganado (Zabala, 1988), fue en la zona lacustre donde fundó su primera estancia ganadera y la primera “según se dice” de la Nueva España (Gerhard, 1972: 176 –177, García, 1969: 140). Hernán Cortés pusó en San Mateo Atenco ganado porcino (Menegus, 1990:7), y luego ovino y ganado mayor (Martínez, 1990: 420, Albores, 1993b, 1995:153-154), de donde irradió a todo el Matlatzinco. La actividad ganadera representó en la zona lacustre, desde el siglo XVI hasta las primeras décadas del siglo XX, la empresa por excelencia de los sectores hegemónicos (Albores, 1990). En sus inicios, éstos tuvieron a la cabeza a Hernán Cortés y a su primo, Juan Gutiérrez Altamirano, fundadores respectivos del marquesado del Valle de Oaxaca y del eventual  condado de Santiago Calimaya. Por medio de la ganadería la producción lacustre tuvo un papel relevante, aunque indirecto, en el surgimiento de los principales giros “industriales” durante la Colonia (Albores, 1993b). Actividades que desembocaron en una tupida trama que abarcó a todos los sectoores sociales, traspasando el marco regional (Albores, 1993, 1995). Respecto al ganado porcino, las noticias de las últimas décadas del siglo XVI mencionan dos ramos, el alimenticio y el de la jabonería, en los que la villa de Toluca había alcanzado fama. El ganado lanar trascendió hasta nuestros tiempos por medio de la industria textil y la gastronomía. La primera alcanzó un gran desarrollo, abarcando la fabricación de telas y lienzos, la de sarapes, frazadas, y sayales, la del tejido de rebozos, y la del anundado de sus puntas, y se relacionó con el bordado y el deshilado. El aprovechamiento gastronómico del ganado lanar plasmó en la barbacoa. La ganadería mayor expresó su principal relación con la minería, a través del curtido de cueros. 

Si bien la empresa ganadera tuvo un desarrollo espectacular y, habiendo sido el eje básico de la acumulación de capital en la zona, no constituyó el soporte del despegue capitalista local. Éste se llevó a cabo por el establecimiento del corredor industrial Lerma- Tolluca, como parte del proceso en el que estuvo implicado el agotamiento de la laguna de Lerma, entre 1942 y 1970, por la captación del agua de los principales manantiales y napas acuíferas que la nutrían para enviarla al Distrito Federal. El líquido habría de abastecer a la población de la capital del país, cuyo incremento, a causa de la industrialización del centro de la república, se aceleró a partir de la década de 1940 (Unikel, 1974). 

La industrialización de la zona ha significado el exterminio, casi total, de las principales formas de origen prehispánico, como el modo de vida lacustre, que habían sobrevivido al choque con los europeos en el siglo XVI, así como el desplazamiento de su status económico principal, de algunas unidades provenientes de la Colonia, como la hacienda ganadera. No obstante lo anterior, la ganadería posibilitó el cambio económico en algunos municipios, a partir de su industrialización interna. 

Así, a raíz de la introducción del ganado de cerda, que hiciera inicialmente Cortés a su estancia de Atenco, la rápida expansión de su crianza permitió, ya durante el siglo XVI, una alta producción salchichonera. Ésta se mantuvo hasta la actualidad y trascendió, aún, en el contexto del cambio económico por la industrialización, como uno de los rubros de la antigua Villa de Toluca. La tradicional ganadería porcina tuvo también una continuidad mediante el explosivo desarrollo de la “industria” del chicharrón en Mexicaltzingo, uno de los 19 municipios de la zona. La producción textil, en cuya base se encuentra la crianza de ganado lanar, fue el punto de partida que condujo a la evantual maquila y posterior establecimiento de talleres y fábricas de ropa. La industria del vestido, habiéndose iniciado en el municipio de Almoloya del Río (Albores, 1978, Arzate, 1991) ha venido ampliando su radio a varios pueblos de la zona lacustre. Por último, la ganadería mayor, que esde los primeros tiempos coloniales dio vida al trabajo de curtiduría y  al expendio de cueros y de pieles hizo posible el nacimiento de la industria en San Mateo Atenco a través de la sustitución de la manufactura individual, y del taller artesanal de calzado por la fábrica zapatera. 

El cambio económico local, por el que las principales actividades tradicionales (producción lacustre y ganadería) han sido eclipsadas o han pasado a ocupar un lugar secundario, implicó, en términos socioeconómicos, el cierre de la forma de subsistencia de un sector importante de la zona, y de una rica y variada fuente alimenticia al alcance de la población total de la misma. Otras repercusiones sociales incluyeron la desparición del matlatxinca (Albores, 1985). De manera similar, el atuendo de origen indocolonial, y los otros idiomas, el náhuatl y el otomí, ya no digamos el mazahua, han sido casi totalmente desplazados. 
  

Prospectiva 

Una de las consecuencias de la industrialización del centro de México ha sido la desecación casi total de la laguna de Lerma. Este acontecimiento y la instalación del corredor fabril Lerma-Toluca repercutieron globalmente en la zona central del antiguo Matlatzinco, provocando el cambio económico, socioeconómico y cultural. De continuar esta tendencia de la industrialización se corre el riesgo de un agravamiento de la situación ambiental, de las condiciones de los recursos naturales y del medio habitable. De manera similar, un mayor empobrecimiento o pérdida de las formas socioeconómicas de origen indocolonial y de la invaluable tradición, con base en la cual puede aún reorientarse el desarrollo industrial y evitar el agudizamiento de su actual secuela destructiva. 

Las repercusiones del desarrollo industrial --algunas de las cuales aun cuando se mencionan con frecuencia, no han sido cabalmente analizadas, como los desequilibrios ecológico, demográfico y dietético--, plantean la interrogante sobre el mejoramiento o deterioro del bienerstar de los distintos sectores socioeconomicos locales. Para comprender la situación actual se requiere el conocimiento previo de los procesos generales de la zona en su conjunto, y de cada uno de sus municipios y aun pueblos o sus divisiones internas. Esto podría darnos una base lo suficientemente sólida para emprender acciones orientadas  a detener la pérdida del último reducto del antiguo ambiente lacustre y de la cultura correlativa. Así mismo con objeto de frenar el rápido deterioro que ha venido observándose con honda preocupación y cuyo agudizamiento  puede ocasionar perjuicios no previstos. Otra intención es que puedan servir de plataforma para un adecuado desarrollo sostenido, en el que los avances tecnológicos integren el rico conocimiento milenario. 
 
 

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