Los
procesos de aridificación
La aridificación
es un proceso complejo que incluye aspectos climatológicos, geológicos,
geomorfológicos, pedológicos y ecológicos.
En general puede definirse
como una evolución del paisaje hacia situaciones episódicas,
periódicas o permanentes de carencia de agua.
Los principales factores
que, juntos o por separado, pueden provocar la aridificación son
la disminución de las precipitaciones y de la humedad atmosférica,
el aumento de la temperatura, la disminución o desaparición
de la cobertura vegetal y la erosión o salinización del suelo.
Las aridificaciones
geológicas han sido procesos comunes en la historia del planeta.
A menudo se produjeron debido a un cambio de la circulación atmosférica,
relacionado con modificaciones en las configuraciones continentales, masas
oceánicas, cadenas montañosas y características costeras.
Según señala
Erhart (1968) los procesos de aridificación o rhexistásicos
se manifiestan en la acumulación de formaciones detríticas,
como las molasas, las areniscas y ciertos flysch. Los episodios biostáticos
(o de climas húmedos) se expresan a través de la formación
de calizas y dololitas.
La aridificación
puede también ocurrir como resultado de la lixiviación casi
total de nutrientes en los suelos luego de un extenso período de
estabilidad biostática. El emprobrecimiento del suelo que ocurre
como consecuencia del lavado contínuo por largos períodos
de tiempo puede provocar la desaparición de la vegetación
y el desencadenamiento de episodios de aridificación generalizada.
En tiempos más
recientes, los procesos de aridificación se encuentran relacionados
con la acción humana, en particular la deforestación con
fines agrícolas o de obtención de madera.
Una de las causas de
la decadencia del Imperio Romano fue probablemente la deforestación
generalizada de los bosques mediterráneos para hacer lugar a la
agricultura. Se desencadenaron procesos de erosión generalizada,
disminuyó la infiltración y la evaporación, se secaron
los manantiales, y aumentó el escurrimiento.
Probablemente un proceso
similar se dio en la región maya de Yucatán dando lugar a
la desaparición de varias sociedades agro-urbanas.
En la actualidad, la
expansión agrícola y la deforestación con fines de
explotación maderera está generando fenómenos de aridificación
en muchas regiones tropicales del mundo (sudeste asiático, América
Central, zonas tropicales de América del Sur, etc).
Las sabanas y estepas
africanas están sufriendo procesos parecidos debido al sobrepastoreo
y corte de árboles y arbustos.
Estas tendencias globales
hacia la aridificación experimentan procesos de retroalimentación
constantemente.
Cuando desaparece la
vegetación, disminuye la infiltración y la evaporación
local. El agua de la lluvia retorna rápidamente a los valles fluviales
y a los océanos. Las lluvias de los interiores de los continentes,
alimentadas por la evapotranspiración vegetal, disminuyen. Solamente
llegan los sistemas meteorológicos oceánicos, que se caracterizan
por ser estacionales y poderosos.
En resumen, las lluvias
intensas continúan produciéndose pero las lluvias suaves
disminuyen.
Los aguaceros intensos
en paisajes desprovistos de vegetación desencadenan fuertes escurrimientos,
con consecuencias catastróficas en los cauces fluviales.
Apenas termina la lluvia
los caudales de los ríos disminuyen dando lugar a estiajes pronunciados.
Además de cambiar
el régimen hídrico, la aridificación genera procesos
erosivos a nivel de los suelos. Enormes cantidades de sedimentos son removidos
y transportados aguas abajo, depositándose en las llanuras aluviales,
en los lagos y en las zonas oceánicas contiguas a las desembocaduras
de los ríos. En los embalses artificiales la aridificación
de las cuencas altas puede dar lugar a su colmatación rápida
disminuyendo su capacidad de almacenamiento y vida útil.
En muchos casos, la
aridificación es un fenómeno irreversible. Una vez que la
vegetación desaparece y los suelos son erosionados, se produce un
cambio microclimático e incluso climático regional que ya
no puede retrotraerse a la situación original.
Por ello es tan importante
asegurar que las actividades humanas, incluyendo las económicas,
sean cuidadosas en proteger los ecosistemas naturales y los suelos, pues
ellos representan un capital natural que es muy difícil reconstruir
satisfactoriamente.
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