Una
catástrofe nada natural
Cuando en la tarde
del 1° de junio del 2000 se encendieron los televisores en México
para escuchar las noticias, la gente se enteró que había
ocurrido un accidente en los complejos y vulnerables sistemas de drenaje
de aguas residuales del Valle de México.
Como resultado de las
lluvias acaecidas en la noche del 31 de mayo, que por otra parte no fueron
muy fuertes, uno de los principales canales de aguas negras, se había
desbordado sumergiendo bajo las mismas cloacales a más de 1000 viviendas.
Se trataba del caudaloso canal colector denominado La Compañía
que atraviesa el suburbio de Chalco al sureste de la capital.
A las nueve de la noche
se produjo el accidente y a la 1 de la mañana ya habían varios
miles de personas con sus animales domésticos y enseres más
valiosos encaramadas a los techos de sus viviendas. Todo esto ocurría
en la oscuridad de la noche, intensificada aún más por los
cielos nublados y el apagón general provocado por los cortocircuitos.
La mayor parte del área afectada estaba inundada por dos metros
de un líquido espeso y repulsivo.
No fue fácil
rescatar a la gente. En primer lugar porque eran muchos y no había
con qué. En segundo lugar, porque un número considerable
se negaba a moverse por temor a que les robaran sus escasas pertenencias.
Pasaron varios días
y los intentos de reparar el canal se vieron frustrados repetidas veces.
Al fin, cuando esto se logró, comenzaron a actuar unas 300 bombas
que en forma contínua se dieron a la tarea de succionar las aguas
que inundaban las zonas afectadas.
A los diez días
del insuceso, y luego de un largo desfile de reporteros y políticos
que se animaron a empaparse los pantalones en las aguas fétidas,
la situación comenzó a volver a la “normalidad”.
Chalco es hoy un arrabal
pobre de la ciudad de México. Allí habitan varios cientos
de miles de personas que se acomodaron como pudieron en lo que quedó
del viejo lago de Chalco, que fuera desecado durante los últimos
dos siglos. Originalmente el fondo lacustre, drenado, fue asignado a los
ejidos agrarios vecinos que los utilizaron para plantar sus milpas de maíz.
A fines de la década de 1970, más de 2,000 hectáreas
de tierras ejidales comenzaron a venderse en forma ilegal entre los cientos
de miles de migrantes que anualmente llegaban a la capital. Muchos
de ellos compraron, con la promesa de que todos los servicios habrían
de llegar muy pronto. Luego construyeron sus casas con materiales precarios,
y de a poco, se fue produciendo la “urbanización” del lugar. Algunas
personas y empresas inmobiliarias hicieron un gran negocio, generalmente
con la complicidad de las autoridades. Rápidamente el área
se fue transformando en una enorme “colonia” pobre. Los servicios
eran escasos, no había agua potable, ni electricidad, las inundaciones
por falta de drenaje eran rutinarias.
Más tarde, a
principios de la década de 1990, se inauguró con bombos y
platillos un costoso proyecto para los pobres de Chalco: el Programa “Solidaridad”
que oficializó el proceso de urbanización.
El antiguo lago desapareció
completamente. Se había transformado ahora en un barrio urbanizado
y densamente poblado, habitado por una numerosa población proveniente
de los sectores sociales más desfavorecidos de la metrópolis
mexicana.
Esta ocupación
de los viejos espacios lacustres no ocurrió solamente en Chalco.
Algo similar tuvo lugar en el enorme Lago de Texcoco. Este también
había sido drenado en los siglos XVIII y XIX dejando una enorme
llanura barrosa de suelos alcalinos tóxicos donde no crece la vegetación
y que sólo sirve para extraer sodas con fines industriales. Cuando
sopla el viento del norte, se levantan polvorientas “tolvaneras” que cubren
el cielo de la ciudad de México y aumentan aún más
la elevada contaminación atmosférica de la urbe.
En la porción
sur del lago de Texcoco ocurrió un fenómeno análogo
al de la Colonia Solidaridad, en el fondo lacustre desecado se establecieron
fraccionamientos destinados a la habitación de las clases populares.
Al cabo del tiempo se formó uno de los suburbios pobres más
grandes de América Latina: Ciudad Nezahualcoyotl. Como Chalco,
Ciudad Nezahualcoyotl es el sitio de tránsito de caudalosos canales
de aguas negras que transportan los residuos líquidos de la megaurbe
fuera del Valle.
La propia Ciudad de
México, se originó a partir de un proceso parecido. Muchos
de los barrios centrales de la ciudad están ubicados en lo que fue
un antiguo lago: el Lago de México. Allí, hace ocho o nueve
siglos los pueblos nahuas denominados mexicas o aztecas se establecieron
en una isla constituida por bajos fondos de pajonales o tulares y
lograron crear un sistema social y de producción imaginativo.
Basándose en cultivos plantados sobre capas flotantes de vegetales,
llamadas chinampas, y en la pesca de los numerosos peces, ranas y crustáceos
que abundaban en el lago, lograron sobrevivir, construyendo al cabo del
tiempo una plataforma de tierra seca más o menos estable. Fue allí
que se fue consolidando la ciudad de México-Tenochtitlán,
y fue también a partir de ella que estos pueblos mexicanos- tenochtas
lograron conquistar a sus vecinos, estableciendo uno de los estados más
poderosos del continente. Lo que los historiadores acostumbran llamar “el
imperio azteca”.
Para los españoles
invasores México-Tenochtitlán era una ciudad portentosa.
Hermosas construcciones, plazas y monumentos, rodeados por agua, en el
medio de un valle de volcanes. Había viaductos flotantes que permitían
el acceso hasta la isla y acueductos que conducían el agua dulce
a la ciudad.
Cientos de embarcaciones
transportaban todo tipo de productos desde los diferentes puertos que rodeaban
la hermosa región lacustre hasta la próspera ciudad sede
del estado mexica.
Uno de estos puertos
era Chalco. Desde el punto de vista ecológico, los chalcotecas eran
afortunados. A diferencia de los aztecas cuyo lago poseía aguas
salobres, el lago de Chalco contenía agua dulce, muy sana y sabrosa,
y por tanto tenían mejor pesca y los cultivos eran más abundantes.
Las embarcaciones que provenían de Chalco llevaban sus productos
a todas las ciudades de las orillas lacustres, Xochimilco, México,
Texcoco, e incluso Zumpango, muy lejos, en el norte de la llanura.
El hermoso valle de
Chalco fue descripto hace más de cinco siglos por un poeta nahua
de forma muy ilustrativa.
En las juncias de
Chalco, donde es la morada del Dios,
El verde luciente
tordo gorjea, el tordo de rojo sonrosado
Sobre las ruinas de
piedras preciosas
Cantando gorjea el
ave quetzal…
Allí se yergue
nuestro padre, el Sol
En urna de jade, bellamente
ataviado se hunde,
Cual ceñido
de collares de turquesas
Mientras llueven flores
entre matices.
El panorama de comienzos
del siglo XXI es muy diferente. Ya no hay quetzales, ni llueven flores.
Los chalcotecas de antaño ya no están más. El pintoresco
lago se ha transformado en un pantano de aguas negras que se niegan a escurrir.
De Xochimilco sólo
quedan unas pequeños estanques que son apenas un remedo de la laguna
de otrora. El gran lago de Texcoco es a la vez un recuerdo nostálgico
y un problema ambiental difícil de resolver. El fondo desecado del
lago de México está cubierto de pavimentos y construcciones.
La antigua isla de México-Tenochtitlán, donde se asentaban
los templos y altares mexicas, se encuentra enterrada bajo una capa de
iglesias y edificios monumentales.
Veinte millones de
personas se aglomeran en lo que fuera una comarca próspera y armónica.
Cada segundo se extraen
del acuífero de México más de 40,000 litros de agua,
claramente por encima de las posibilidades de renovación. El resto
se importa de los valles vecinos. Del Valle del Alto Lerma llegan 5,000
litros por segundo, del lejano río Cutzamala, unos 12,000 litros
más.
Las aguas residuales
son vertidas con escaso o nulo tratamiento a los sistemas “naturales”.
Grandes volúmenes se utilizan para regar los cultivos del Valle
del Mezquital con los consiguientes riesgos sanitarios. El resto
de los líquidos cloacales se va al Golfo de México luego
de atravesar extensas zonas de los Estados de Hidalgo y Veracruz.
Será difícil
corregir esta situación de degradación creciente, pero tarde
o temprano no habrá más remedio que revertir los procesos
de concentración económica y expansión urbana
y demográfica.
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