La
diversidad de las culturas locales
Las culturas locales
son fundamentalmente el resultado de su inserción en el medio natural
y social en que están implantadas. En ese sentido, los elementos
centrales de cada cultura local se construyen a partir de su relacionamiento
con los geosistemas y ecosistemas locales y de sus historias sociales y
culturales específicas. En esto se inscriben en forma inseparable
las creencias, de mitologías y formas de ver las fuerzas naturales,
como el agua, los fenómenos meteorológicos, la vida,
así como las múltiples ceremonias, ritos y actividades productivas,
sociales y religiosas que permiten gradualmente construir ese andamiaje
social básico que tiende a asegurar la funcionalidad de las culturas
en cada paraje del planeta.
Sin embargo, las culturas
locales son también en gran medida el resultado de los impactos
sucesivos a nivel local de los diferentes fenómenos de globalización
ocurridos en diferentes épocas históricas, desde los efectos
de los sucesivos colonialismos (económicos, políticos, culturales)
tanto externos como internos o a partir de la instalación local
de los diferentes complejos económicos transnacionales.
Estas influencias operan
a través de la acción de una cultura transnacional uniformizante
que asume características diferentes en cada época pero que
a medida que se desarrollan los procesos de globalización amplía
y profundiza su efecto.
De esa forma se van
perdiendo elementos, muchos de ellos de carácter apropiado y sostenible
para ser sustituidos por otros más acordes con la cultura financiera
y capitalista que se va imponiendo gradualmente.
La cultura transnacional
y homogeneizante es un sincretismo muy poco equilibrado de aquellas culturas
que por una razón u otra tienen acceso a las fuentes de "alimentación"
de las grandes empresas informadoras y entretenedoras.
Así, un cierto
número de culturas europeas (sobre todo las ganadoras de las grandes
guerras) y la gran cultura "mainstream" norteamericana han logrado un peso
desproporcionadamente alto en el "pot pourri" de la llamada "cultura dominante".
Las culturas periféricas
y dependientes, alejadas de las "bocas" de entrada a los "acueductos" de
la producción cultural internacional son sistemáticamente
ignoradas, aunque ocasionalmente algunas ideas, creaciones o costumbres
pueden lograr tímidamente incursionar en los confines del reinado
de los ejes transculturales de la globalización.
Es en ese marco que
se desenvuelve la influencia cultural del fuerzas macro-económicas
y uniformizantes. Por un lado, los mensajes constantes en los medios de
comunicación acerca de gentes con creencias, costumbres, ideologías
y comportamientos diferentes a los locales produciendo modificaciones en
las representaciones sociales de las comunidades y por otro lado la llegada
de gentes impregnadas con formas de actuar o pensar similares a las mostradas
en los medios de telecomunicaciones.
Como consecuencia de
ello, las pequeñas culturas locales son fuertemente influídas
por una o dos culturas externas en forma repetida y desequilibrante, pudiendo
culminar en una degradación irreversible de aspectos valiosos e
irrecuperables.
El resultado es análogo
al de tantos otros procesos de globalización: una creciente deformación
de las culturas locales que cada vez tratan de parecerse más a las
culturas centrales, dejando de lado muchos aspectos importantes para la
supervivencia social y la gestión sostenible de los recursos naturales
(incluyendo el agua) y una tendencia general a la homogeneización
basada en la tecnología y la incorporación a los circuitos
financieros..
Si partimos de la base
que las riquezas principales de una sociedad son los complejos de sus diversidades
culturales y naturales (frecuentemente indisolublemente ligadas entre sí),
podemos darnos cuenta que estos procesos de influencia cultural no controlada
e indiscriminada, asociado con los efectos de los otros medios de globalización
pueden transformarse en elementos centrales de empobrecimiento social y
natural. El resultado es un aumento de la dependencia de factores tecnológicos
difíciles de controlar a nivel local, que finalmente terminan provocando
degradaciones imposibles de revertir.
Los ríos se
contaminan de vertidos domésticos e industriales, los campos se
llenan de basura, los bosques se talan y el definitiva la calidad de vida
se deteriora.
A ello se agregan otros
factores que tienden a agravar esa situación. En efecto, la cultura
central, tal como es mostrada por los medios de comunicación de
masa, no aparece tal cual es en el país de origen. Los elementos
que se comunican son seleccionados en forma muy desequilibrada mostrando
en muchos casos los elementos estereotipadamente más positivos (por
ejemplo, alto estándar de vida, sin mostrar las inversiones requeridas
para mantener los sistemas funcionando, por ejemplo, las plantas de tratamiento
de aguas residuales o de residuos sólidos, las inversiones en preservación
ambiental) o negativos (por ejemplo violencia exagerada).
Como consecuencia de
todo ello la visión de la cultura central que se presenta frente
a los pobladores locales aparece muy deformada, agregando elementos perturbadores
al proceso.
Por otra parte, esta
influencia globalizadora tiende a promover el menosprecio de las diversidades
culturales locales, incluyendo aquellas que permiten la sobrevivencia de
las comunidades en su medio, ya sea a través de la imposición
de estereotipos que tienden a prestigiar la cultura central o, lo que es
equivalente, a desprestigiar la cultura periférica en cuestión.
La defensa de las culturas
locales es posible, si se asegura un marco social de concientización
sobre su valor profundo y duradero, así como de sus tecnología
apropiadas. Parece claro que para tener el máximo efecto, la prioridad
selectiva debe orientarse a identificar las diversidades locales con mayor
profundidad y grado de diversidad. Las diversidades locales más
profundas son normalmente las propias del lugar, aquellas que están
adaptadas a la geografía local, y que no existen en otra parte con
esas características.
Es precisamente a nivel
tradicional, en muchos lugares del mundo, que sobreviven gran parte de
las culturas más ricas, frecuentemente como valiosos remanentes
pre-industriales y es a partir de ellas, donde existan, que existe potencial
para consolidar la estructura y fortaleza de los patrimonios locales.
Es de hacer notar que
lo propio es a menudo el resultado de la mezcla local y popular de múltiples
elementos, algunos internos, otros externos, dando resultados originales,
ricos de diversidades. En ese sentido, las "elites" tienden a uniformizarse
alrededor de su poder económico y acceso a la tecnología
o monopolios intelectuales, y tienden a actuar como factores de alienación
y uniformización. Los grupos tradicionales y con menos posibilidades
financieras, por el contrario, se encuentran limitados en su expresión
a los recursos locales (que pueden variar de lugar a lugar) y menos obligadas
por la obediencia a "modas" tienden a asumir formas autónomas y
propias, mucho más auténticas, y generalmente más
eficientes para las diversas situaciones sociales existentes.
Es en ese sentido y
continuando el silogismo, debemos señalar que la diversidad y la
vida se gestan en los sectores más populares de la sociedad y que
el rol de los sectores oligárquicos tiende consistentemente a promover
los procesos de uniformización.
En resumen, la mayor
parte de la riqueza de las diversidades se basa en la diaria afirmación
de las culturas por las poblaciones pobres y tradicionales. En la mayor
parte de los casos los "establishments" locales tienden a despreciar las
diversidades, a sobre-valorar las culturas externas y no suelen constituir
los mejores administradores de dichos recursos sociales.
Por esa razón,
una buena estrategia de gestión cultural tiene que incluir la formación
de recursos humanos que no adolezcan de los problemas antes mencionados
y que estén dispuestos a valorar las creaciones populares, autóctonas
y auténticas, sin necesidad de compararlas constantemente con patrones
externos (especialmente no compararlas con los patrones de la cultura transnacional,
financista, ultra-tecnológica, uniformizante y agresiva).
Para detener el proceso
contínuo de degradación, es necesario, rescatar, recuperar
y finalmente recrear aquellas diversidades importantes que hoy se encuentren
degradadas, disminuídas o desaparecidas. Para ello se requerirá
investigar y revalorizar aquellos elementos del patrimonio de utilización
necesaria que se hayan perdido en tiempos pasados.
Una vez que se han
identificado los elementos diversos que es necesario rescatar se deberá
implementar una estrategia para que esta operación de rescate pueda
llevarse a la práctica exitosamente.
Finalmente, y para
cualquier estrategia que se formule será indispensable adoptar una
actitud creativa que no solo esté dispuesto a conservar "folklóricamente"
los elementos culturales sino a desarrollarlos, aplicarlos, e incluso,
a partir de ellos, imaginar nuevas formas que incorporen diversidades apropiadas
al acervo.
|