Las
bolsas de agua vivientes
Los organismos vivos
más simples (por ejemplo, las bacterias) y los órganos celulares
de los organismos complejos están formados por tres componentes
principales contenidos en una pequeña “bolsa de agua” en la cual
tienen lugar las funciones vitales.
El primero de ellos
es una larguísima molécula (mil millones de veces más
larga que ancha) que contiene todas las instrucciones para la formación,
funcionamiento y reproducción del organismo (el ADN). Estas
disposiciones están escritas en un lenguaje de 4 letras que los
científicos, para su comodidad, han denominado A, G, C y T.
Se trata de una molécula
constituida en realidad por dos mitades homólogas y complementarias,
con la forma de una doble hélice, que solamente se separa en sus
dos componentes en el momento de la reproducción.
El segundo elemento
está formado por otras moléculas conocidas como ARN
que son capaces de leer los mensajes, y crear, a partir de ellos, una enorme
diversidad de moléculas orgánicas, generalmente conocidas
con el nombre de proteínas.
Éstas últimas
constituyen el tercer elemento de la cadena vital. Tienen una arquitectura
básica codificada a través de secuencias específicas
de decenas a cientos de componentes más pequeños llamados
“aminoácidos”.
Hay 20 aminoácidos
principales con los cuales es posible construir millones de proteínas
diferentes adaptadas a las diversas funciones vitales de los organismos.
Cada proteína
puede estar formada por 200 de estos componentes (aminoácidos) y
su especificidad está determinada por el ordenamiento espacial de
esos veinte componentes básicos.
En definitiva, el funcionamiento
y reproducción de los organismos más simples, y las células
de los organismos más complejos, están dirigidas por un complejo
de instrucciones contenidas en una molécula con la forma de doble
hélice (el ADN), que son leídas y transportadas por una molécula
mensajera (el ARN), para su posterior traducción a un código
“proteínico” de 20 letras (aminoácidos), a partir del cual
se produce la construcción efectiva de las moléculas requeridas.
Todos estos elementos,
compuestos y actividades ocurren en un microambiente acuoso que es mantenido
dentro de ciertas condiciones físicas y de composición.
Para ello el microorganismo
o célula lleva a cabo intercambios regulares de materia o energía
con el medio que lo rodea.
Estos sistemas acuáticos
semicerrados y autónomos, con condiciones internas controladas se
llaman “vida”.
En las nubes hay vida
Existen bacterias que
viven y prosperan en las nubes, se reproducen en ellas y son suceptibles
de provocar lluvias o modificar el clima, según un estudio austríaco
publicado por la revista New Scientist que apareció el 26 de agosto
del 2000.
"Nos hemos soprendido
al descubrir bacterias vivas", declaró Birgitt Sattler, de la Universidad
de Innsbruck, al término de una investigación llevada a cabo
sobre los Alpes, cerca de Salzsburgo.
Aunque se sabía
que las bacterias ascienden en ocasiones a gran altura antes de diseminarse
sobre la superficie terrestre, "la atmósfera relativamente limpia
y fría a gran altura no nos parecía propicia para el
crecimiento bacteriano", precisó.
Esto implica,
en efecto, que las bacterias son capaces de sobrevivir a temperaturas inferiores
a cero, a una radiación ultravioleta intensa, y al enrarecimiento
de las sustancias nutritivas. Los investigadores aislaron gotas de agua
de las nubes y las congelaron para después fundirlas: cada
milímetro cúbico de agua derretida contenía alrededor
de 1.500 bacterias, unas redondas, otras alargadas y algunas filamentosas.
Aunque no han sido identificadas, esas bacterias se hallaban "en perfecto
estado de salud".
Sabiendo que las bacterias
se multiplican en un período que puede alcanzar varios días,
lo que es inferior a la duración de vida media de una nube, se reproducen
casi con certeza en el interior de las nubes, que puede ser considerado
como un "habitat microbiano", concluye Sattler, cuyos trabajos serán
publicados próximamente en "Geophysical Research Letters".
A largo plazo,
se trata de estudiar el ADN de las bacterias para saber de dónde
proceden: plantas, superficie terrestre o acuática.
"En esta fase,
todo lo que hemos averiguado es que hay vida allá arriba y que esa
vida se reproduce".
Ref.
tomada del diario La República de Uruguay, 24 de agosto del 2001.
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