Capítulo 16
Economía de los recursos naturales: la visión ortodoxa
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Valoración de los recursos hídricos

La valoración apropiada de los recursos hídricos es un elemento necesario para su gestión sostenible.

En la visión económica ortodoxa el agua es un recurso natural más, cuya disponibilidad es ilimitada y su vulnerabilidad despreciable.

Cuando este recurso escasea, se le aplican las leyes económicas habituales, su precio aumenta, y este incremento permite la disminución y por ende la regulación del consumo. 

Del mismo modo cuando la calidad se deteriora disminuye el valor del agua, aumentando en forma relativa el precio del agua no contaminada. Esta diferencia de precio proporciona alicientes para que la iniciativa privada lleve a la práctica empresas de tratamiento para aprovechar el beneficio económico que puede obtenerse. 

En los hechos, las cosas funcionan de forma diferente. En primer lugar, porque no siempre es posible disminuir el consumo de agua aumentando el precio, el consumo de agua constituye una necesidad fisiológica humana y su ausencia puede traer consecuencias indirectas de extrema gravedad para toda la sociedad (por ejemplo, enfermedades o epidemias) cuyos efectos económicos y sobre la calidad de vida son impredecibles.

En segundo lugar, los procesos de tratamiento son muy onerosos y su eficacia relativa. Es muy caro y difícil, cuando no imposible, revertir las situaciones de contaminación hídrica. Como en muchos aspectos de la vida es muchísimo más barato prevenir el deterioro que corregirlo. 

Y finalmente, la función del agua excede en mucho, su rol económico directo. Considerar el agua una mercancía más puede llevar a una subestimación muy grave de su importancia ecológica y social.

Por esa razón, cuando se procura evaluar un bien natural tan esencial como lo es el agua, se debe tener en cuenta sobre todo su función ambiental crítica. El agua es un componente esencial de los sistemas naturales terrestres, y es en tanto que tal, que debe ser considerado.

Desde ese punto de vista, el ciclo del agua debe ser enfocado como un elemento más del flujo entrópico que determina la existencia y dinámica del planeta.

Para ello hay que determinar los flujos de energía que dan lugar a los diversos procesos que tienen influencia, o son influenciados, por la dinámica hidrológica. 

Es precisamente  la energía contenida en el agua, o en sus componentes disueltos o suspendidos, que determina la calidad entrópica de la misma. 

Los niveles entrópicos puede ser definidos a través de análisis físico-químicos y biológicos, y el costo del reciclado, en términos de la energía necesaria para devolver al agua la calidad requerida para un uso de referencia y expresarse a través de un índice de valor entrópico, corregido a través de un coeficiente tecnológico que permita obtener una cifra adaptada a la realidad económica y a las necesidades y posibilidades sociales.

Al obtenerse un índice de valor entrópico corregido, es posible valorizar  las aguas en una escala de costos energéticos, y a partir de éstos, traducirlas a términos monetarios. 

En definitiva, el valor de las aguas está determinado por la cantidad almacenada/ circulante en un período de tiempo multiplicada por un índice de valorización.

En forma preliminar, se considera que las aguas de mayor valor (nivel entrópico: 9-10) son las aguas de precipitaciones, que escurren y/o infiltran o se evaporan. 

El agua escurrida pierde valor muy rápidamente, aunque lo recupera parcialmente en los humedales (lagunas, pantanos y embalses), debido a la acción purificadora de los vegetales acuáticos y organismos descomponedores. 

El agua infiltrada pierde parte de su energía potencial, pero al filtrarse, puede ganar en calidad (al disminuir los tenores de materia orgánica y otros componentes disueltos o en suspensión), o degradarse entrópicamente si  aumenta su contenido en sales.

El agua evaporada experimenta un proceso de destilado solar que puede nutrir lluvias en otras partes, pero a los efectos del balance hídrico de cada cuenca, deben considerarse “agua perdida”.

Las aguas consumidas por el riego pierden calidad, y por lo tanto valor, debido a los procesos de salinización y contaminación por agroquímicos.

Las aguas de uso urbano e industrial sufren una intensa degradación que disminuye su calidad considerablemente.  Su reciclado suele ser muy costoso y frecuentemente impracticable.

En resumen, podemos afirmar que el valor del agua se mide tanto en la calidad como en la cantidad, o mejor dicho, en la cantidad de agua de una cierta calidad.
 

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