La
evolución geológica de la biosfera y la influencia humana
La influencia humana
sobre el planeta ha ido aumentando gradualmente a medida que la especie
se extendía territorial y demográficamente, y desarrollaba
tecnologías con más impacto sobre el medio. Este proceso
fue lento al principio, pero en los últimos siglos se fue acelerando
gradualmente. Recientemente, debido al rápido crecimiento de la
población, la potencia de las tecnologías y la falta de políticas
adecuadas, el proceso se ha incrementado llegando a extremos de claro riesgo
para la sobrevivencia, no sólo de la especie humana, sino también
de la vida terrestre tal como la conocemos en la actualidad.
A pesar de que se señala
habitualmente que los procesos degradatorios son fenómenos completamente
inéditos en la historia del planeta, en realidad, en varias oportunidades
de la evolución geológica se produjeron modificaciones biológicas
que dieron lugar a profundos cambios a nivel global.
Uno de los ejemplos
más conocidos son tal vez los cambios ocurridos como consecuencia
de la evolución de las plantas verdes. Cuando aparecieron las primeras
plantas con clorofila (por ejemplo las algas verdiazules, los dinoflagelados
y las cianofitas en general) la cantidad de CO2 de la atmósfera
disminuyó sensiblemente. De proporciones que aparentemente superaban
el 90% , disminuyó a unas pocas decenas de unidades porcentuales
en un período de alrededor de 1000 millones de años. Este
proceso tuvo lugar como consecuencia de la fijación del CO2 en los
carbohidratos y carbonatos de origen orgánico. Al mismo tiempo,
el oxígeno, que quedó libre como consecuencia de la acción
fotosintética, se incorporó a la masa atmosférica
en forma diatómica (O2). A medida que los átomos de oxígeno
quedaban libres se iban combinando con cationes o radicales catiónicos
oxidables dando lugar a la aparición de un espectro mineralógico
muy diferente al pre-existente. De un planeta de ambiente reductor se pasó
a un ambiente activamente oxidante. Con el paso del tiempo la producción
de oxígeno biológico continuó, por regla general,
por encima de la capacidad de la corteza para utilizarlo en sus reacciones
minerales oxidantes, dando lugar a un aumento paulatino de la cantidad
de oxígeno libre en el aire.
Es de hacer notar que
una parte importante de la materia fotosintetizada era re-oxidada ya sea
a través de fenómenos puramente físico-químicos,
o por los propios seres vivos en sus varias funciones fisiológicas
entre las cuales es predominante la respiración. En el marco de
este proceso, desde muy tempranas épocas planetarias aparecieron
organismos exclusivamente heterotróficos como los hongos, las bacterias,
los protozoarios y los varios phylla animales cuya función fundamental
en el ciclo biológico fue de "devolver" el CO2 a la atmósfera
"impidiendo" la acumulación excesiva de oxígeno libre, y
liberando aquél para su "futura utilización".
A medida que transcurrían
los tiempos geológicos, y que el oxígeno aumentaba su proporción
relativa, se producía una correlativa disminución del dióxido
de carbono. La merma excesiva del CO2 dificultaba la eficacia de la función
clorofiliana, enlentecía su consumo provocando "automáticamente"
la interrupción de la tendencia. Para que el proceso de disminución
del CO2 y aumento del O2 libre continuara fue necesario la aparición
de nuevos phylla vegetales con mayor capacidad para utilizar niveles más
reducidos de CO2 en el aire. Este proceso evolutivo no fue gradual, sino
que se fue dando "a saltos" a medida que los sistemas biológicos
iban resolviendo "el problema" de realizar su fotosíntesis con menor
proporción de "materia prima".
Durante los primeros
2,000 millones de años de la vida en la tierra, la evolución
biológica se dió exclusivamente en los mares, ríos
y lagos. Solo el CO2 disuelto en el agua de mar o cercano a su superficie
era utilizado en la función fotosintética. El gran cambio
se produjo cuando algunos phylla lograron desarrollar nuevos sistemas para
colonizar los ambientes continentales. Para ello fue necesario la aparición
de organismos capaces de conservar el agua en su interior a pesar de que
el ambiente externo fuera "seco" y de utilizar el CO2 y el O2 directamente
desde el aire.
La gran revolución
se dió hace unos 300 millones de años en el carbonífero
con la aparición relativamente súbita de las plantas "aéreas"
tales como las criptógamas vasculares y las gimnospermas. En ese
momento, se produjo una merma dramática del CO2 de la atmósfera
que pasó a niveles de apenas unos pocas unidades porcentuales y
un correlativo aumento del oxígeno a cifras del orden de 10% o más.
El carbono orgánico producido durante este período se acumuló
en las grandes formaciones carboníferas que son comunes en las series
de fin del Paleozoico en todo el mundo (por ejemplo en los macizos hercinianos
europeos y norteamericanos).
Otros saltos cualitativos
en esa dirección se produjeron durante el mesozoico (por ejemplo
en el cretácico) cuando enormes volúmenes de CO2 fueron retirados
de la atmósfera por los organismos marinos y terrestres para acumularse
en las calizas, hullas, lignitos y petróleos que abundan en gran
parte de las formaciones geológicas de esta época.
Y así, de a
poco, el planeta fue avanzando hacia la composición atmosférica
actual con muy poco CO2 libre (ligeramente por encima de 0.3%) y una cantidad
considerable de oxígeno libre (casi 21%).
Es evidente que la
disminución del CO2 a niveles tan bajos ha sido posible sobretodo
por la gran eficacia alcanzada por los sistemas fotosintéticos.
En cierto sentido, la evolución del planeta se puede plantear como
un proceso de aumento de la eficacia de las plantas y animales para procesar
un CO2 cada vez más escaso tanto a nivel de los océanos como
de la atmósfera.
Se nos plantea la interrogante
acerca de ?cuales fueron las consecuencias principales de este cambio fundamental
de la composición atmosférica. La respuesta a esta
pregunta no es sencilla. En primer lugar conviene recordar que el CO2 es
un típico "gas de invernadero", transparente a la luz y "opaco"
a las radiaciones infrarrojas. Por esa razón el efecto principal
de la disminución de CO2 se da a nivel de las radiaciones desde
la tierra al espacio. Las radiaciones solares llegan sobretodo bajo la
forma de luz, una parte importante de ellas es irradiada al espacio bajo
la forma de radiaciones infrarrojas (de mayor longitud de onda, menor frecuencia
y menor energía que las radiaciones luminosas).
Por lo tanto se puede
colegir que la atmósfera terrestre "original" (o sea cuando empezaron
las actividades biológicas) retenía mucho más calor
solar que actualmente). Si bien ignoramos mucho sobre la evolución
térmica del planeta parece claro que ha habido una disminución
del porcentaje de radiación absorbida por la atmósfera planetaria.
Es probable que esta disminución del balance térmico relativo
de la radiación solar que llega a la superficie de la tierra se
haya manifestado en general a través de disminuciones generales
de la temperatura a nivel planetario.
En otras palabras,
parecería que por cada punto porcentual que bajaba el componente
CO2 en la atmósfera disminuiría en forma acorde el promedio
de las temperaturas atmosféricas del planeta. Es de hacer notar
que la relación entre ambas variables no es directa, pues el proceso
de acumulación y transferencia de la energía térmica
en la tierra planeta no se expresa tan solo por un aumento de la temperatura
promedio de la atmósfera al nivel del suelo. En efecto, el modelo
más probable es mucho más complejo: gran parte de la energía
se acumula en el vapor de agua al evaporarse, que a su vez se condensa
devolviendo parte de la energía; las condensaciones de vapor de
agua (nubes, lluvia, nieve) tienen efectos sobre el albedo disminuyendo
el balance de radiación positiva; la presencia de una cobertura
biótica en los mares (p.ej. algas) y en los continentes (p.ej. selvas,
sabanas, praderas) depende del agua evaporada y condensada produciendo
a su vez cambios en el albedo. Por esa razón, no es fácil
elaborar un modelo que ofrezca total seguridad acerca de los efectos reales
de los cambios de concentración de CO2.
Sin embargo, se puede
presumir que la disminución de CO2 no entrañó los
"enfriamientos" climáticos que uno se podría esperar. En
primer lugar, si la disminución del CO2 hubiera representado cambios
negativos correlativos en la temperatura global, habría que imaginar
temperaturas iniciales demasiado altas en donde el desarrollo de la propia
vida hubiera sido imposible. Más probablemente, el "enfriamiento"
atmosférico parece haber actuado en compensación de una tendencia
similar y opuesta de calentamiento "astronómico". Prosiguiendo con
ese razonamiento, parecería que la disminución del CO2 fue
una respuesta regulada del termostato biológico ante el calentamiento
gradual de la tierra producida, tal vez, por un incremento de la radiación
efectiva recibida del sol. En otras palabras la biosfera desarrolló
procesos de invernadero de signo negativo para compensar el aumento de
la radiación solar.
Si ello es así,
entonces el margen sobrante para nuevos ajustes negativos de "invernadero"
es muy limitado. En efecto, no parece fácil el desarrollo de sistemas
biológicos capaces de realizar sus funciones fotosintéticas
muy por debajo del 0.3%. Parecería entonces, que la situación
actual del sistema biótico planetario (lo que Lovelock llamaría
Gaia) es extremadamente vulnerable.
Desde hace un tiempo
la acción antrópica ha revertido el proceso biológico
de reducción del CO2 en la atmósfera. En los últimos
dos siglos, las sociedades industriales han comenzado a oxidar (quemar)
gran parte de los combustibles fósiles que contenían el carbono
retirado de la atmósfera durante las grandes reducciones fotosintéticas
de origen biológico del Pre-Cámbrico, del Paleozoico y del
Mesozoico. El contenido de CO2 en el aire ha venido aumentando gradualmente
a niveles que se estima llegarán a 0.36% para fines de siglo.
Al mismo tiempo, se
está produciendo una reducción artifical de muchos de los
ecosistemas vegetales (por ejemplo debido a la deforestación en
los continentes y a la degradación de ecosistemas acuáticos)
que cumplían la función de mantener las composiciones relativas
de CO2 y O2 en un nivel armónico con las necesidades de los sistemas
vitales.
No sabemos que efecto
puede tener este ataque simultáneo y a dos frentes a los sistemas
geo-biológicos. Es probable, que en algún momento comience
a desencadenarse un calentamiento atmosférico de difícil
control. Las consecuencias del mismo serían catastróficas.
En el mejor de los casos, si el calentamiento se mantiene dentro de límites
moderados se producirían cambios climáticos globales afectando
los modos de producción regionales, subiría el nivel de los
océanos obligando a mudar ciudades enteras y se harían inhabitables
muchas áreas del planeta.
En el peor de los casos,
si el "termostato" se rompe y la temperatura se dispara fuera de control,
puede ser el fin de la humanidad e incluso de la vida en La Tierra.
Todo parece indicar
que las políticas globales y nacionales no tienen en cuenta ninguna
de estas posibilidades crecientemente probables. Se siguen quemando combustibles
fósiles a un ritmo cada vez más intenso, los procesos de
deforestación se aceleran y los niveles de CO2 continúan
aumentando.
Desafortunadamente,
hay mucha ignorancia e irresponsabilidad a nivel de las sociedades y sus
autoridades políticas. Sin embargo, las consecuencias las habrán
de sentir todos. Incluso aquellos que por sus recursos y riquezas piensan
que van a estar a salvo.
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