Introducción
Sequía en un mundo de agua
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Los vehículos de la vida 
  

Además de las estrellas y planetas, el Universo está poblado por infinidad de pequeñísimos astros que actúan como vehículos de la vida en el espacio y en el tiempo. 

Generalmente se encuentran lejos de los soles y estrellas, derivando en las enormes distancias frías y oscuras.  

Los más pequeños, que son la enorme mayoría, permanecen congelados por cientos de millones de años sin que nada perturbe su largo invierno sideral. 

Otros, los más grandes, poseen suficiente masa como para generar algo de calor a partir de sus minerales y compuestos radiactivos. 

En estos cuerpos celestes los hielos interiores pueden fundirse formando tibios mares subterráneos. Estos son, probablemente, los escenarios más comunes de la vida en el cosmos. 

Pequeñas bacterias y otros organismos difíciles de imaginar, sobreviven, se reproducen y evolucionan en estos ambientes, utilizando la limitada pero duradera energía disponible.  

El Sistema Solar contiene millones, tal vez miles de millones de dichos cuerpos. Una gran cantidad se encuentra lejos del Sol, más allá de las órbitas de Urano y Neptuno. 

Algunos están más cerca del centro, en regiones más cálidas, y ocasionalmente se acercan  tanto al astro principal que sus hielos pueden vaporizarse y ser eyectados en forma de gas y polvo.  

Estos cuerpos que muchas veces se muestran en forma espectacular en los cielos nocturnos son llamados cometas. 

Algunos astrónomos, cada vez más, piensan que los cometas y sus parientes de las lejanías oscuras y frías, son portadores de formas de vida cuyas características resultan difíciles de imaginar.  

Según Chandra Wickramansinghe, Fred Hoyle y otros investigadores, la vida ha sido un fenómeno común en el Universo desde hace mucho tiempo, casi desde los comienzos, diseminándose a través del espacio embarcada en los minúsculos astros cometarios. 

Así llegaron a La Tierra los primeros organismos en los remotos orígenes, hace varios miles de millones de años.  De ese modo continuaron llegando, trayendo nuevos aportes genéticos a lo largo de toda la historia geológica del planeta. 

Grandes y pequeños bloques helados bombardearon la atmósfera enriqueciéndola en agua y otros compuestos y elementos livianos (bióxido de carbono, nitrógeno). 

De esa manera, gradualmente, se formaron los mares, se colmaron de agua las hendiduras de la corteza y se fue constituyendo la mezcla de gases que denominamos “aire”. 

Desde el principio, y aún hoy, la vida ha venido llegando a La Tierra como pasajera de los hielos viajeros. 
 
 

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